Ya disponemos del Instrumento de trabajo del próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización y la transmisión de la fe. Se trata de un extenso documento de 169 números, dividido en un prefacio, una introducción, cuatro capítulos y una conclusión. En él se recogen muchas de las ideas de los “Lineamenta” (el primer documento que abrió el proceso de consulta a toda la Iglesia) y se incluyen las ideas y perspectivas resultantes de esa gran consulta. El primer capítulo está dedicado a “Jesucristo, Evangelio de Dios para el hombre”; el segundo “Tiempo de nueva evangelización”; el tercero “Transmitir la fe” y el cuarto “Reavivar la acción pastoral”. Quiero ofrecer mi relectura del Instrumentum Laboris en una serie de breves artículos que irán apareciendo seguidamente: 1) Concepto; 2) Espiritualidad; 3) Nuevos escenarios; 4) Agentes e Iniciativas prioritarias; 5) Mis reflexiones personales.
La Iglesia contemporánea ha mostrado un especial interés en hablar de su misión en términos de “nueva evangelización” y ésta entendida como “transmisión de la fe”. De hecho, el Sínodo del próximo octubre 2012 abordará monográficamente este tema y el Papa Benedicto XVI ha creado expresamente un Dicasterio romano para la Nueva Evangelización. El Instrumentum Laboris del próximo Sínodo recoge y sintentiza las respuestas al amplio cuestionario de los Lineamenta, que se han recibido de toda la Iglesia. Ahí encontramos cómo comprende la Iglesia que en el momento actual su misión consiste en una “nueva evangelización”.
En el contexto del mega-proyecto que el Espíritu Santo lleva adelante en la historia, contando con la humanidad y las energías del cosmos, le cabe a la Iglesia una misión específica: ofrecer a quienes no forman parte de la comunidad cristiana, la fe, el Evangelio, la revelación, la visión apocalíptica del Reino de Dios, las celebraciones sacramentales. El Sínodo lo denomina con dos expresiones: “nueva evangelización” y “transmisión de la fe”.
I. El Concepto: “Nueva Evangelización”
Veamos, en primer lugar, cómo describe el Instrumentum Laboris la “nueva evangelización”. Comprobaremos que, partiendo del concepto originario de evangelización, es, al fin y al cabo, un concepto en construcción.
1. Punto de partida: El concepto originario de “evangelización”
El “Instrumentum Laboris” parte de una convicción básica: la tarea principal de la Iglesia consiste en “continuar la obra evangelizadora de Jesucristo, haciéndola presente y actual, en las condiciones del mundo de hoy[1].”
El Evangelio que Jesús proclamó llevó a cumplimiento lo que las Escrituras (Ley, Profetas, Sabiduría) anunciaban[2], y aportó, sobre todo, “novedad”[3]. Evangelizó ofreciendo el Evangelio que transfigura al ser humano -su mundo e historia- (IL, 31). Dos gestos acompañaban su actividad evangelizadora: la curación y el perdón (IL, 29). Así Jesús atraía al ser humano hacia la intimidad de Dios y hacía posible que en la intimidad del ser humano naciera la fe en Dios (IL, 23).
Jesús quiso que sus discípulos y discípulas proclamasen también el Evangelio a todos, enseñándoles a observar todo lo que Él les ha mandado (cf. Mc 16,15; Mt 28,20); así se sintió Pablo: «apóstol … escogido para el Evangelio de Dios» (Rm 1,1). Desde entonces sabe la Iglesia que su tarea principal es la “traditio Evangelii” –entrega del Evangelio- (IL, 26).
Jesús le hizo ver a su comunidad la misión evangelizadora que compartían era obra del Espíritu en ellos: la presencia y experiencia del Espíritu inició, animó y culminó la misión de Jesús y también la de la comunidad cristiana en Pentecostés y después en su despliegue misioneros. El Señor resucitado quiso a sus Apóstoles y mujeres discípulas, testigos y profetas por medio del Espíritu (cf. Hch 1,8; 2,17). Del Espíritu recibieron aquella serena audacia y libertad o “parresia” (cf. Hch 2,29), que les llevó a comunicar a otros su experiencia de Jesús y su esperanza, desde Jerusalén a toda la región de Judea y de Samaría, e incluso hasta los extremos confines de la tierra (IL, 26):
“El Espíritu Santo que los impulsó a abrir las puertas del cenáculo, transformándolos en evangelizadores y evangelizadoras (cf. Hch 2,1-4), es el mismo Espíritu que guía hoy a la Iglesia y la estimula a un renovado anuncio de esperanza dirigido a los hombres de nuestro tiempo” (IL, 41).
Desde el inicio de la Iglesia el testimonio ha sido colocado en el corazón de la misión evangelizadora. No basta decir y hacer. Es necesario que la nueva evangelización sea avalada por la propia conducta de vida, por la credibilidad personal y comunitaria: “creí, por eso hable” (2 Cor 4,13)
2. “Nueva evangelización”: concepto “en construcción”
El Instrumentum Laboris del Sínodo repite una y otra vez la expresión “nueva evangelización”. Uno tiene la impresión de que se trata de un concepto “en construcción”, polivalente, fluctuante. Se le van dando y añadiendo nuevos significados a medida que se reflexionan los diversos temas. Esa definición o descripción fluctuante, al mismo tiempo que insiste en elementos nucleares por otra parte se muestra susceptible de múltiples aplicaciones.
Intentaré ofrecer una visión coherente de la “nueva evangelización” teniendo en cuenta –en primer lugar- el significado de “evangelización” sin adjetivos para descubrir después lo que el adjetivo “nueva” le añade, según el Instrumentum Laboris. Será necesario este trabajo de correlación y síntesis de múltiples textos, dado que el Instrumento de trabajo sinodal ha sido elaborado –según mi apreciación- yendo a lo fácil, desde una cierta pereza mental, con poco rigor, con poca armonía entre sus diversos capítulos. No creo que el texto actual del Instrumento de Trabajo facilite suficientemente el discernimiento sinodal tanto por su excesiva extensión, como por la aglomeración un tanto caótica de temas y perspectivas.
Veamos, pues, de extraer del Instrumentum Laboris su descripción sintética y ordenada de la “nueva evangelización”: partiremos del magisterio de Juan Pablo II, veremos después cómo entenderla “hoy” y cuál es su principal destinatario.
a) La “nueva evangelización” en el Magisterio de Juan Pablo II
El lenguaje de la “evangelización” no es nuevo. “Evangelización” se comenzó a utilizar en los años cincuenta del siglo pasado para hablar del primer anuncio de la fe y distinguirlo de la catequesis. Eso mismo dice el IL: ¡no es una absoluta novedad en la Iglesia! Arraiga ya en el Concilio Vaticano II ha sido abordado sucesiva y autorizadamente por los diversos papas, hasta Benedicto XVI.
Juan Pablo II fue sistemáticamente profundizando en este concepto en no pocos de sus discursos (IL, 13). A los obispos latinoamericanos les pidió –con motivo de los quinientos años de la evangelización de América “un compromiso no de reevangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión»[4]. Fue el documento de Puebla (1979) el que por vez primera usó la expresión al hablar de “situaciones nuevas que nacen de los cambios socio-culturales y que requiere una nueva evangelización” (Puebla, n. 366).
Juan Pablo II, a partir de su primera visita a Polonia en el 1979, utilizó con frecuencia esta expresión, que ha ido asumiendo múltiples significados[5]. Se refería a:
«la urgencia y la necesidad de la “nueva evangelización”, consciente de que Europa, hoy, no debe apelar simplemente a su herencia cristiana anterior; hay que alcanzar de nuevo la capacidad de decidir sobre el futuro de Europa en un encuentro con la persona y el mensaje de Jesucristo»[6].
Es necesaria una nueva evangelización para las regiones des-cristianizadas y para las personas cuya fe ha quedado atrofiada, sin crecer con el paso de los años (IL, 12.13). Añadió así mismo que para llevar a cabo esta nueva evangelización la Iglesia necesita ser evangelizada[7].
Para Juan Pablo II el significado más completo de la nueva evangelización podría condensarse en el siguiente texto de “Novo Millenio Ineunte”:
“reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: “¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Co 9,16). Esta pasión suscitará en la Iglesia una nueva acción misionera, que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”, sino que acabará por implicar la responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios. Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo. Es necesario un nuevo impulso apostólico que sea vivido, como compromiso cotidiano de las comunidades y de los grupos cristianos»[8].
Decir “nueva evangelización” es de suyo redundante, tautológico, porque significa “nueva buena nueva”. Pero lo tautológico tiene sentido. Significa el desvelamiento súbito de algo que estaba ahí y no acabábamos de ver:
“La nueva evangelización se convierte así en recordatorio de una crisis, en reconocimiento de un hecho obvio: que la buena nueva cristiana se ha convertido para muchos en relato viejo de un pasado muerto. Es preciso, por tanto… mostrarla de nuevo en su fuerza original, en su prístina creatividad de experiencia renovadora”[9].
Este lenguaje intenta, pues, introducir notables innovaciones en la propuesta o comunicación de nuestra fe a través de nuevos lenguajes, métodos, estilos que respondan a los desafíos que se le presentan hoy[10]. No se trata de anunciar un nuevo Evangelio, sino de anunciar el Evangelio de una forma nueva, en nuestra sociedad de hoy.
Yo me atrevería a decir –anticipando ya una de las conclusiones de mi estudio sobre el IL-, que la “nueva evangelización” es la iniciativa del Espíritu para sanar a la Iglesia de una parálisis transversal que la aqueja; por eso, la nueva evangelización es también una tarea transversal que ha de influir y configurar todas las dimensiones de la Iglesia y de nuestras Órdenes o Congregaciones.
b) El concepto de “nueva evangelización” “hoy”
En este inicio de milenio la prioridad de la Iglesia debe ser asumir con renovado impulso la propia misión evangelizadora, subrayando en ella el carácter de “novedad” (IL, 6).
En su momento inicial, la nueva evangelización responde a una pregunta: ¿cómo ha de vivir un creyente su vocación espiritual y misionera ante los cambios sociales y culturales de nuestro tiempo? ¿Hacia dónde lleva el Espíritu hoy a las comunidades cristianas? ¿Se dejan guiar por Él (IL, 46)? “En nuestros días el anuncio del Evangelio se muestra mucho más complejo que en el pasado” (IL, 41); no es fácil dar razón de nuestro fe ante una situación inesperada, en un contexto que, respecto al pasado, presenta muchos rasgos nuevos, pero también críticos. (IL, 42) y que “modifican la percepción de nuestro mundo” (IL, 43).
La tarea evangelizadora de la Iglesia se encuentra hoy en profunda transformación (IL, 76). Las figuras tradicionales (países de misión y necesitados de evangelización, tarea pastoral etc.) resultan hoy demasiado simples y hacen referencia a un contexto superado (IL, 76) [11]. Algunas Iglesias lo han denominado este nuevo contexto con otras expresiones: “renovación misionera”, o “conversión pastoral”(IL, 79).
El concepto de “nueva evangelización” se clarifica en el IL poniendo de relieve qué no es nueva evangelización.
No es un nuevo modelo de acción pastoral, que substituye simplemente otras formas de acción (la primera evangelización, la atención pastoral), sino más bien de un proceso de relanzamiento de la misión fundamental de la Iglesia (IL, 77).
No es una cuestión organizativa o estratégica, sino más bien espiritual (IL, 158). El secreto último de la nueva evangelización es la respuesta a la llamada a la santidad de cada cristiano. (IL, 158).
No significa “nuevo Evangelio”, porque «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos» (Hb 13,8). Significa dar una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy, a los nuevos escenarios que muestran la cultura a través de la cual expresamos nuestra identidad y buscamos el sentido de nuestras existencias. Consiste en promover una cultura más profundamente arraigada en el Evangelio (IL, 164), en descubrir «el hombre nuevo» (Ef 4,24), que está en nosotros gracias al Espíritu que nos ha sido dado por Jesucristo y por el Padre.
La “novedad” de esta evangelización, hoy necesaria, proviene de la confrontación con las “transformaciones sociales y culturales, que están profundamente modificando la percepción que el hombre tiene de sí mismo y del mundo, generando repercusiones también sobre su modo de creer en Dios ” (IL, 6). Tales transformaciones generan desorientación, desconfianza hacia todo aquello que nos ha sido transmitido sobre el sentido de la vida y llevan al abandono de la fe (IL, 7). La situación de debilidad, disminución, privatización, reducción y falta de empeño en la transmisión de la fe a las nuevas generaciones requieren una nueva evangelización (IL, 48). Por ello, la Iglesia necesita re-novar, hacer “nueva” su evangelización.
“imaginando nuevos instrumentos y nuevas palabras que hagan audible y comprensible la palabra de la fe en los nuevos desiertos” (IL, 8),
“reanimando el fervor de la fe y del testimonio”,
“redescubriendo la alegría de creer, y el entusiasmo en la comunicación de la fe.” (IL, 9)[12],
recuperando energías, voluntad, frescura e ingenio en su modo de vivir la fe y de transmitirla” (IL, 49).
“Nueva evangelización” quiere decir :
“discernimiento para anunciar adecuadamente el Evangelio en nuevos escenarios” (IL; 51),
audacia misionera para hacernos presentes en el tejido social. (IL, 138),
creatividad y fantasía para transmitir la fe a través del arte y la belleza (IL, 157),
renovada modalidad de anuncio, sobre todo para quienes viven en contextos de secularización, sin excluir de ello a los mismos países de tradición cristiana (IL, 44).
Estamos ahora en una etapa ulterior en el proceso de comprensión profunda del significado de la “nueva evangelización”: acontece con la convocatoria de este Sínodo y la creación, por parte del papa Benedicto XVI, del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización:
“que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización … todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmente cristianos necesitan un renovado impulso misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia»[13].
Estos significados muestran cómo el concepto de “nueva evangelización” va madurado y se va expresando a través de formas muy diferentes. No obstante, todavía seguimos en “búsqueda de su significado”, en discernimiento y nos sentimos estimulados hacia una nueva forma de evangelizar (IL, 44).
El número 92 del Instrumento de trabajo, intenta sintetizar el concepto de “nueva evangelización” diciendo que se trata de un proceso a través del cual la Iglesia:
movida por el Espíritu, anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, llamando a la conversión, mediante la catequesis y los sacramentos de la iniciación;
impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo y renovando las culturas.
Hace renacer en sí misma la transmisión de la fe.
c) El principal destinatario de la nueva evangelización: ¿el Occidente cristiano?
En el número 85 del Instrumentum Laboris se habla de “evangelización” y “nueva evangelización” en sentido amplio:
«En sentido amplio: “evangelización” se refiere al aspecto ordinario de la pastoral; “nueva evangelización” a los que han abandonado la vida cristiana»[14]: definición fue luego retomada por la Exhortación Apostólica Postsinodal Africae munus[15]. (IL, 85).
El Instrumentum Laboris concentra ahora el concepto de Nueva Evangelización en el espacio del Occidente cristiano, aunque inmediatamente añade que sin ser exclusivo.
Destinatarios de ese evangelización son los bautizados que viven una nueva situación existencial y cultural, que viven en un “desierto interior”, que no se preguntn por Dios. Deber de la nueva evangelización es imaginar situaciones, lugares de vida y acciones pastorales, que permitan a estas personas entrar de nuevo en relación con Dios (IL, 86).
Esta referencia preponderante al Occidente cristiano tiene valor de ejemplaridad o referencia, más que de una definición completa y detallada (IL, 87). En ella el Occidente es asumido como un lugar ejemplar, más que como el objetivo único de toda la actividad de la nueva evangelización, que no puede ser reducida a un simple ejercicio de actualización de algunas prácticas pastorales, sino que, al contrario, requiere una comprensión muy seria y profunda de las causas que han llevado al Occidente cristiano a encontrarse en tal situación.
Benedicto XVI aplica también a África el concepto de “nueva evangelización”:
«también en África, hay muchas situaciones que reclaman una nueva presentación del Evangelio, “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión” […] La nueva evangelización es una empresa urgente para los cristianos en África, ya que también ellos deben renovar su entusiasmo por pertenecer a la Iglesia. Inspirados por el Espíritu del Señor resucitado, están llamados a vivir, en el ámbito personal, familiar y social, la Buena Nueva y a anunciarla con renovado celo a las personas cercanas y lejanas, empleando para su difusión los nuevos métodos que la providencia divina pone a nuestra disposición»[16].
Análogas afirmaciones valen, obviamente aplicadas según las situaciones particulares, para los cristianos en América, en Asia, en Europa y en Oceanía, continentes en los cuales desde hace tiempo la Iglesia está comprometida en la promoción de la nueva evangelización.
Por eso, el Instrumentum Laboris, afirma que no existe ninguna situación eclesial que pueda considerarse excluida de este programa (IL, 8): no solo las antiguas Iglesias sino también las nuevas Iglesias, sobre todo en las grandes ciudades y en algunos sectores que ejercen un influjo cultural y social determinante. Como gran desafío social y cultural, las nuevas metrópolis – que surgen y se expanden con gran rapidez sobre todo en los Países en vía de desarrollo – son seguramente un terreno adecuado para la nueva evangelización. La nueva evangelización se refiere, pues, también a las Iglesias jóvenes, comprometidas en experiencias de inculturación que exigen continuas verificaciones para poder introducir el Evangelio, que purifica y eleva las culturas, y sobre todo para abrirlas a su novedad.
Más en general, todas las comunidades cristianas tienen necesidad de una nueva evangelización, porque están comprometidas en el ejercicio de una atención pastoral que parece siempre más difícil de llevar adelante y corre el riesgo de transformarse en una actividad repetitiva poco capaz de comunicar las razones para las cuales ha nacido.
(Continuará: La Espiritualidad de la Nueva Evangelización).
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[1] Cf. Lumen gentium, 17. 35.
[2] La misión de Jesús está profundamente conectada con el AT: “según las Escrituras”. Esto nos lleva a una relectura “misionera” y “evangelizadora” de todo el Antiguo Testamento. Jesús evangeliza llevando a plenitud la evangelización diseminada y presente en las Escrituras (IL, 21).
[4] JUAN PABLO II, Discurso a la XIX Asamblea del CELAM (Port au Prince, 9 de marzo de 1983), 3: AAS 75 I (1983) 778.
[5] Cf. Redemptoris Missio, n.33, con el significado de “re-evangelización”; en otros casos, como una visión transversal de toda la misión de la Iglesia: “nuevo entusiasmo, nuevo lenguaje, nuevos métodos”
[6] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Europa (28 de junio de 2003), 2.45: AAS 95 (2003) 650; 677. Todas las Asambleas sinodales continentales celebradas como preparación al Jubileo del 2000 se han ocupado de la nueva evangelización: cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Africa (14 de septiembre de 1995), 57.63: AAS 85 (1996) 35-36, 39-40; ID., Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America (22 de enero de 1999), 6.66: AAS 91 (1999) 1011, 56; ID., Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Asia (6 de noviembre de 1999), 2: AAS 92 (2000) 450-451; ID., Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Oceania (22 de noviembre de 2001), 18: AAS 94 (2002) 386-389.
[7] “El problema que la Iglesia está llamada a afrontar, es decir, el desafío de la nueva evangelización sabiendo que las transformaciones no sólo se refieren al mundo y a la cultura, sino que también tocan en primera persona a la misma Iglesia, a sus comunidades, a sus acciones y a su identidad” (IL, 16).
[8] JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo millennio ineunte (6 de enero de 2001), 40: AAS 93 (2001) 294.
[9] Cf. Andrés Torres Queiruga, Del terror de Isaac al Abbá de Jesús: hacia una nueva imagen de Dios, Verbo Divino, Estella, 2000, p. 325.
[11] “«No es fácil definir los confines entre atención pastoral a los fieles, nueva evangelización y actividad misionera específica, y no es pensable crear entre ellos barreras o recintos estancados… los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa” Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 37.
[12] «La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!» Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990), 2: AAS 83 (1991) 251.
[13] BENEDICTO XVI, Carta Apostólica en forma de motu proprio Ubicumque et semper (21 de septiembre de 2010: AAS 102 (2010) 790-791.
[14] CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota doctrinal sobre algunos aspectos de la evangelización (3 de diciembre de 2007), 12: AAS 100 (2008) 501.
[15] Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae munus (19 de noviembre de 2011), 160: Libreria Editrice Vaticana, Vaticano 2011, p. 123.
[16] Ibid., 165. 171: pp. 126, 129-130.
Extraído del blog Ecología del Espíritu