Siempre recuerda retirarte a menudo a la soledad de tu corazón incluso cuando estés envuelto en debates y actos sociales. Esta soledad interior no puede ser violada por mucha gente que te rodee, siempre que no estén dentro de tu corazón sino sólo rodeando tu cuerpo. Tu corazón permanece solo en la presencia de Dios.
Así fue el ejercicio que el Rey David practicaba en medio de sus ocupaciones, y él así lo testifica incontables veces en los salmos, como cuando dice, “Oh Señor, estoy siempre contigo”; “Te veo siempre delante de mí”; “He levantado a Ti mis ojos, Oh mi Dios, que habitas en el cielo”; “Mis ojos están siempre puestos en Dios”. Por supuesto nuestras tareas nos ensimisman, y por eso es importante alejar de ellas nuestro corazón, de vez en cuando, retirándonos a la santa soledad. (Introducción a la vida Devota)
- San Francisco de Sales (1567-1622) fue obispos de Génova y uno de los fundadores de la espiritualidad laical.