2. La espiritualidad, ¿a la tintorería?

Los cambios rápidos y profundos de la sociedad han producido un desgarrón en el tejido de la espiritualidad. Esta se ha distanciado de la piedad tradicional, por considerar que no le sentaba bien a la sensibilidad religiosa actual (sin que falten quienes intenten darle un repasillo por el tinte y la modista, para que sirva también en esta temporada); pero no ha encontrado todavía el corte adecuado a las nuevas exigencias. Y se acude a todos los desfiles de moda para encontrar ese "modelito" que nos vaya. Y se recogen elementos de religiones orientales, y se recurre a los grandes místicos, y se confunde lo creativo con lo estrafalario, y se investigan nuevas experiencias estéticas… hay quien se pregunta si vale la pena perder el tiempo en estas cosas cuando hay tanto que hacer. Y no faltan quienes piensan que eso de la espiritualidad, como los pases de modelos, es cosa de grupos de élite o de gente que no tiene otra cosa que hacer.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Contra todos los prejuicios que condenan a la espiritualidad a un privilegio de pocos, o como un aspecto secreto de la persona, o como un "hobby’ o como una dimensión accidental del cristianismo ha penetrado ya en la conciencia eclesial el que "todos los fieles de cualquier estado o condición están llamados a la plenitud de la vida cristiane y a la perfección de la caridad" (LG. 40). El cristiano no puede limitarse a la observancia de preceptos; sabe que está llamado a vivir plenamente la vida del Espíritu, siguiendo la vocación a la santidad, es decir, a hacerse espiritualmente maduro. Hoy se abren a todos los cristianos los senderos de la vida mística, esto es, una intensa unión con Dios y una adhesión a su voluntad en el cumplimiento de los deberes cotidianos.

El problema de la espiritualidad tras el Concilio Vat. II es el problema decisivo, porque la Iglesia tiene que conseguir que cada hombre ame más a Dios, que tenga más fe, más esperanza y más caridad para con Dios y para con los hombres, que adore mejor a Dios "en espíritu y verdad ", que acepte más de corazón las tinieblas de su existencia y de la muerte, que sea más consciente de su libertad y actúe en consecuencia.

El cristianismo depende esencialmente del mundo, pues su sentido último es estar al servicio de los hermanos, de los hambrientos, de los desnudos, de los prisioneros, de los torturados por las estructuras sociales, que no hacen sino favorecer el sufrimiento de la mayoría para beneficio de pocos. Nadie es cristiano de entrada: se llega a serlo mostrándose como tal en medio del mundo y frente al prójimo. Soy cristiano solamente cuando, a través de mí, el cristianismo aparece como digno de ser creído ante el mundo. La proclamación del evangelio vivo es una empresa confiada a toda la comunidad cristiana, dentro de la cual los laicos ocupan un lugar privilegiado, tanto por su número como por su vocación de bautizados (consagrados) para el mundo.


PARA PENSAR Y DIALOGAR

  1. ¿Qué aspectos de tu espiritualidad se "pasaron de moda" y cuáles son recuperables?
  2. ¿Qué tipo de cristianismo revelo con mi vida? ¿Es creíble? ¿En quê tendría que cambiar?
  3. ¿Cómo está presente la realidad del prójimo necesitado en mi ser cristiano y en mi oración?