CARTA DEL MAESTRO
Querido/a hermano/a:
¿Conoces al Padre? ¿Tratas mucho con el Abbá del cielo? Para Mí, él lo es todo.
Al venir a este mundo dije: “Aquí estoy, oh Dios, para cumplir tu voluntad”’: Al salir de él grité: "Todo se ha cumplido", y en seguida entregué mi espíritu (y mi Espíritu), en sus manos.
¿Sabes lo que significa tener a Dios como Padre, reconocerlo así, vivirlo así de verdad? Mi confianza en él jamás tuvo límite. Antes de pedirle algo le daba gracias porque tenía la certeza de que ya me había escuchado. Con qué gozo rezaba el salmo 138, que reflejaba mis sentimientos más profundos: "Señor, tu me sondeas y me conoces… ". Qué descanso era para mí el saberme transparente a la fuerza de su mirada: “No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya Señor, te la sabes toda”: Cómo sentía que la Presencia del Abbá penetraba hasta la última célula de mi ser: “¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada?” […] Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha”.
Me gustaba repetir una y otra vez lo que yo mismo estaba experimentando: "No os preocupéis ni siquiera por la comida y el vestido. Ni por el día de mañana. Porque si el Padre cuida de los pájaros del cielo, ¿no valéis vosotros más que los pájaros?". Tendrás que trabajar y sufrir como cualquier ser humano, pero confía: todo es posible para el que cree… Esa fe florece en la esperanza, la esperanza madura en el amor, y aquel que ama abandona en el Padre todos sus cuidados y se siente seguro en él.
¿Quieres, hermano/a, que te revele un secreto? ¿Quieres dar sentido a cada instante de tu vida y descubrir la clave de la paz y de la felicidad verdaderas? Busca con toda el alma la voluntad del Padre y trata de cumplirla. En ese empeño te encontrarás con mi cruz, pero ésa será la mejor señal de que me sigues.
LECTURA ORANTE
Jn. 14, 6b-13
Nadie puede llegar al Padre, sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis, pues ya lo habéis visto.
Entonces Felipe le dijo: -Señor, muéstranos al Padre, eso nos basta. Jesús le contestó: -Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y aún no me conoces, Felipe? El que me ve a mí ve al Padre. ¿Cómo me pides que os muestre al Padre? ¿No creéis que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que os digo no son palabras mías. Es el Padre, quien vive en mí, el que está realizando su obra. Debéis creerme cuando afirmo que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí, si no creéis en mis palabras, creed al menos en las obras que hago. Os aseguro que el que cree en mí, hará también las obras que hago yo, e incluso mayores, porque yo me voy al Padre. En efecto, cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederé, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
NOTAS
El evangelio de Juan fue escrito, hacia finales del siglo I, para hombres y mujeres que no habían conocido físicamente a Jesús y que, sin embargo, se sentían en comunión con él a través de su Espíritu. Uno de los problemas más graves que se planteaban era cómo conjugar la fe en Jesucristo y la fe en Dios Padre. ¿Se trata de dos dioses? ¿Es Jesús solamente una especie de embajador? En el texto que vamos a meditar se responde a estas preocupaciones, que también son nuestras, a partir de la petición del apóstol Felipe: "Señor, muéstranos al Padre". La respuesta de Jesús es nítida: "El que me ve a mí, ve al Padre". Jesús aparece como el gran sacramento de Dios, como el rostro visible del Dios invisible. Su vida entera (sus palabras, pero, sobre todo, sus obras) son la señal para fiarnos de Él.
Nuestra búsqueda de Dios procede entre luces y sombras. A veces todo nos parece luminoso como el día. Otras, nos hacemos preguntas que no encuentran respuesta: ¿Quién es Dios? ¿Merece la pena creer en Él? ¿Cómo puede ser Padre y permitir el sufrimiento de sus hijos? El camino es acercarnos a Jesús, dejarnos conducir por Él: "Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre". En Jesús descubrimos al Dios "que hace salir el sol sobre malos y buenos" (Mt 5,45). Él nos ha revelado que "tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16).
PARA EL CUADERNO
Dios mío, ¿me permites llamarte Abbá a imitación de Jesús? ¿En qué descubro que tú eres verdaderamnete mi Padre? ¿En qué se nota que soy hijo tuyo?
PARA LA ORACIÓN DE LA TARDE
Elige un texto: Lucas 11,1-13; Romanos 8, 14-16. Lo demás como en la mañana.
Al final, es bueno leer de nuevo la carta del Maestro y responderla en el cuaderno