La perspectiva de la familia respecto de la vivencia y transmisión de la fe es, creo yo, la visión que la familia tiene de si misma o cómo se ve y se mira a si misma en esto de vivir y transmitir la fe cristiana. Evidentemente, en la familia hay muchos, muchas personas, que son los verdaderos sujetos de las relaciones interpersonales: está el matrimonio, es decir, el varón y la mujer en relación de vida y amor conyugal; están los padres en conjunto, está el padre y la madre por separado, y, de una y otra forma, en relación con los hijos, con cada hijo; están luego los hijos: cada hijo respecto de los padres y entre sí, como hermanos, si los hay; y pueden estar ahí también los abuelos, de una u otra forma y cada día con más frecuencia e intensidad. Y la perspectiva de cada sujeto es distinta.
La realidad familiar es ya bastante compleja1; y más todavía, cuando hay ausencia, física o moral, de alguno de los que intervienen, de una u otra forma, en esta experiencia y proceso de “vivir y transmitir la fe”.
Cuando se habla de transmitir la fe en la familia, la más común manera de ver y entender el tema suele ser la perspectiva de la relación de padres a hijos; y se piensa, como ideal, en una conjunta, polifacética y en parte acordada relación y actuación de los padres, es decir, del matrimonio, respecto de los hijos, de cada hijo y según edades.
1 Hoy se habla mucho, también en ambientes cristianos, de que hay “muchos modelos de familia” no sólo el “tradicional”. La afirmación es ambigua, y como tal induce a la equivocación y a la manipulación. Como dato, como es hecho, de que hay muchos estilos o formas hoy de vivir en familia, es cierto; y lo era hace siglos también, si bien hoy se han multiplicado. La ambigüedad, equivocación y manipulación ideológica está en llamar a eso “modelos”, modelos de familia. Se está afirmando, con error, que todos esos modos reales son igualmente válidos. Hay que afirmar que ni todos los datos son “modelos”, ni todos son igualmente válidos. Si se pretende – y sí hay quienes lo pretenden: los promotores de la ideología antifamilia – que “todo da igual” el error es perverso, pues ataca a una realidad e institución básica de la humanidad y de humanidad. Reitero que no se sabe o no se quiere usar la “analogía” en la ordenación de los diversos modos existentes de familias: esos modos no son modelos; se les llama “familia” en tanto en cuanto se aproximan a un modelo de familia (que tampoco es el tradicional… según a lo que se llame familia “tradicional”). Es como el concepto de “mi casa”. “Mi casa” es para cada uno lo mejor, lo querido, como ámbito de cobijo, intimidad, relación personal confiada, etc… ¿Pero valen igualmente todos los tipos de “casa”? ¿Vale igual una choza o chamizo de una habitación donde está todos junto: cocina y comedor y camastro para dormir y baño y absolutamente todo para adultos y niños y ancianos… vale igual que un piso de 80 o 100 o 140 metros cuadrados? ¿O es lo mismo que una casita de dospisos con sótano y jardín y… ). Todo esto es “mi casa”, pero ¿vale todo? NO, no vale todo.