23. Clases de espacios

    Necesitamos abrir espacios. Somos excesivamente sólidos y Dios ‘no puede con nosotros1 debido al infinito respeto que tiene por nuestra pequeñez. Necesitamos abrir espacios en esos grandes componentes de nuestra vida, de ese mundo que tocamos y que configura la gran ‘circunstancia’ de nuestra vida en la que Dios quiere ‘encarnarse’ y hacer de nuestra anécdota personal una historia sagrada, una historia de amor. Abrir espacios:Alun Davies - www.sxc.hu/profile/Albuiss

-en nuestro tiempo, frecuentemente lleno, abarrotado, aunque sea de trabajos aburridos, tediosos, frecuentemente excesivos. No tengo tiempo, decimos. Puede ser cierto hasta un punto determinado, Pero es trágico que sólo tengamos tiempo para nuestras actividades y nunca para ‘perder inteligentemente el tiempo, dedicándonos a ‘ser’.
Y, a partir de ese espacio en nuestro tiempo, que facilita inicialmente todo, abrir espacios en nuestro ‘caos’ personal. Abrir espacios
–  en nuestro cuerpo, ahora tenso y bloqueado;
–  en nuestra mente, ahora llena de ruidos, planes, proyectos, preguntas, imágenes, palabras;
– en nuestra afectividad determinada frecuentemente por el miedo y la violencia que engendra; por la ansiedad, el temor, la angustia, la inseguridad;
-en nuestra racionalidad, que quiere explicarlo todo;
– en nuestras relaciones, de forma que tenga sentido la soledad, sin aburrimiento ni rechazo, como una oportunidad;
–  en nuestra vida teologal, creando espacios para caer en la cuenta de que una Realidad Invisible, pero cierta, nos ambienta, nos llena, nos penetra, nos define. Creyendo como si viéramos (Hb 11, 27). Un espacio para el Amor de Dios, realizado en oración.
Los espacios no son fines en sí mismos. Son estructuras de libertad, pero de una libertad abierta a lo que pueda ‘llenar’ ese espacio, porque el hombre no se realiza en el vacío sino en la plenitud, como advierte san Juan de la Cruz.
Dos grandes actividades ocurren en los espacios, que todas las espiritualidades hondas han reclamado
– para meditar.
– para orar

    Es oportuno terminar con una llamada al discernimiento y a la sana crítica, valiente, al mismo tiempo, pues se trata de volver a pensar las cosas, la viejas ideas, los viejos patrones de conducta. A ello invita Juan de la Cruz:
«… eche de ver el camino que lleva y el que le conviene llevar, si pretende llegar a la cumbre de este monte».
Abrir espacios es una actividad, una dinámica esencial, si pretendemos ‘hacerle sitio’ a Dios. De lo contrario Dios no pasará de nuestra epidermis, de nuestra conciencia exteriorizada; en este caso el tipo de relación será de ‘baja calidad’, de poca fuerza en el mundo de hoy, tan necesitado de grandes testigos de la Verdad y de la Bondad de Dios.
«Ten misericordia de mí, Dios mío. Cuando huyo de la oración no quiero huir de ti, sino de mí, de mí superficialidad. No quiero escaparme de tu infinitud y santidad sino de la desolación del mercado vacío de mi alma,., no puedo penetrar en el verdadero santuario de mí interior en el cual sólo Tú deberías encontrarte y ser adorado».