26 años ‘En EXILIO’

Para los lectores de esta nueva columna de Ciudad Redonda será seguramente de interés conocer algunos detalles sobre la misma: la difusión que tiene, el porqué de su título, las motivaciones de su autor…  —  Les ofrecemos hoy la columna que escribió el P. Ron el año 2002, cuando la columna cumplió los 20 años de ininterrumpida publicación. ¡Ahora son ya nada menos que 26 años – todo un record!
(Ciudad Redonda)

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. El 15 de noviembre del 2002 señaló una especie de aniversario importante para mí, veinte años escribiendo esta columna. La comencé en 1982, como un artículo bisemanal, cuando cursaba estudios doctorales en Lovaina, Bélgica. Al comienzo se publicó en un solo periódico, el “Western Catholic Reporter”, de Edmonton, Alberta, cuyo director era, en aquel entonces, Glen Argan. Al cabo de 20 años y después de varias vueltas, Glen ha regresado ahora a ese mismo puesto. Él fue mi primer editor, se arriesgó conmigo, y por ello estaré siempre agradecido, a él y al Western Catholic Reporter. Hoy, 20 años después, la columna se publica en más de 40 periódicos en Canadá, Estados Unidos, Inglaterra, Escocia, Irlanda y Nueva Zelanda.

Al comienzo titulé la columna “EN EL EXILIO”. ¿Por qué? ¿Qué hay detrás del título?

Primero, una razón más bien superficial: yo vivía en el extranjero y era lo bastante joven y lleno de deseo de grandiosidad juvenil como para que me gustara el sentimiento de ser un extraño, un forastero. Cuando uno es joven, le puede parecer romántico, incluso noble, el ser quien se ha marchado del hogar, es echado en falta y extrañado por tus seres queridos, aparentemente en un cierto viaje heroico. Naturalmente tú solamente intentas conseguir algún grado universitario, difícil de considerarlo en la categoría de viajes heroicos; pero esto ocurría antes del fenómeno de la comunicación instantánea y del internet, cuando no volabas a través del Atlántico en cada vacación. Para mí fue ésta la primera vez en estar tan lejos de mi hogar, yo me sentía joven, solo, inquieto, y me parecía bueno gozar un poco de aquella soledad. Experimentaba aquella situación con agrado. Yo quería dármelas (aunque sólo fuera un poco) de Robert Browning, escribiendo su “Pensamientos Hogareños desde el Extranjero”, o de Tomás Wolfe, contando un hermoso patetismo desde el dolor de un exiliado; pero aquello resultaba ser más una ilusión de aficionado que algo real. Jugar a sentirse marginado no es tan bueno como parece.

Pero, en segundo lugar, elegí este título, “EN EL EXILIO”, por razones mucho más significativas. Lo hice porque todos nosotros, en este nuestro mundo, vivimos en el exilio de un modo real. Como San Pablo afirma, vemos “como a través de un espejo, oscuramente”, a través de un enigma, siempre separados parcialmente de Dios y de los demás. Experimentamos algo de amor, algo de comunidad, algo de relajación, pero nunca en su plenitud. En esta vida, como dice Nouwen, no existe una alegría clara, bien definida y pura. Más bien, aun en nuestros momentos más felices, hay un deje de tristeza.

En cada satisfacción, hay una conciencia del límite. En cada éxito, aparece el miedo de los celos y la envidia. Detrás de cada sonrisa, asoma una lágrima. En cada abrazo, hay soledad. En cada amistad, distancia. En todas las formas de luz hay alguna percepción de la oscuridad circundante. Karl Rahner dijo una vez que “cuando percibimos la insuficiencia de todo lo alcanzable, nos percatamos de que aquí, en esta vida, no existe sinfonía acabada”.

Sí, vivimos en un enigma. Al Dios que es omnipresente no se le puede percibir palpablemente, solamente se le puede conocer a algún nivel más profundo; los otros -hombres y mujeres-, aun siendo tan reales como nosotros, están siempre parcialmente distantes de nosotros; y nosotros, al fin, somos también fundamentalmente un misterio, incluso para nosotros mismos. Por eso, estamos muy lejos de nuestro “hogar”, en cierto “exilio” permanente.

Algunos periódicos que publican esta mi columna han conservado el título, otros no. A través de los años, me han preguntado con frecuencia sobre el porqué de este título – ¿por qué “EN EL EXILIO”? — Algunas veces los editores no se han entusiasmado con él y han pedido cambiarlo. Sin embargo yo me he mantenido en mis trece, cuando la elección dependía de mí, queriendo todavía, a ser posible, proclamar mi pequeña verdad desde debajo de ese manto. De vez en cuando, un comentario particular de algún lector me animó a mantenerme firme en mi intuición inicial.

Recuerdo una carta de este tipo; una carta de una mujer que quería compartir conmigo que apreciaba mucho el título, porque había padecido durante años una enfermedad mental y se había sentido siempre, precisamente, una extraña, separada de los demás, “exiliada”. Quiero creer que San Pablo tenía justamente eso en mente cuando dijo que vivimos nuestra vida “como a través de un espejo, de modo oscuro”. En cada columna he intentado, a mi humilde manera personal, traer de vuelta al hogar a algún desterrado, a algún “exiliado”.

En la columna inicial, durante todos esos años, cité a Margaret Atwood: “Lo que te toca a ti es lo que tú tocas”. Esta columna ha tocado muchos temas, materiales de todo tipo, la mayoría diferentes temas dentro del campo de la espiritualidad, con frecuencia de un modo más suave y menos original de lo que yo me atrevo a admitir. Sin embargo, ésta ha sido una buena y hermosa aventura; y, al mirar atrás, sólo me siento sinceramente agradecido, a los editores y a muchos otros que me han ayudado y, especialmente, a los lectores, que han sido, en su mayoría, maravillosamente afirmativos.

Cada año he escrito una columna sobre el tema del suicidio, y, probablemente, la cosa más grata que he sentido a través de estos 20 años ha sido la respuesta de lectores a esos temas específicos. — Tengo una enorme y abultada carpeta, llena de cartas de gente que ha perdido a sus seres queridos -hijos, esposos, padres, amigos, seres queridos- debido a alguna dolorosa enfermedad, y agradece el que alguien hable de esos temas.

T. S. Eliot sugirió una vez: “Lo que nosotros llamamos el comienzo es con frecuencia el fin – y llegar a un fin es comenzar de nuevo”. ¡Veinte años ya en esta aventura; – esperemos que sea justamente un comienzo!