Sólo, abandonado, olvidado. Nadie a quien volverse, nadie se preocupa. Para cualquier ser humano el sentimiento más terrible es sentirse completamente sólo, especialmente en medio del sufrimiento. ¿Es que no hay nadie que ni siquiera lo intente, nadie que me acompañe en este camino doloroso? Sus discípulos fieles le han abandonado. Pedro, la Roca, se desmoronó como carena mojada y le negó tres veces. Los otros huyeron, o simplemente observaban cuando fue apresado por los soldados. Sólo Juan y las mujeres -su madre y las dos Marías- permanecen. Fueron incondicionales y firmes. Jesús gritó cuando estaba agonizando: “Padre, ¿por qué me has abandonado?
Hay mucha gente colgada en cruces ahora, colgada innecesariamente. Jesús muere en la cruz. Hay niños mueren en fuego cruzado. Jóvenes mueren en innumerables modos de contar. Hay madres que fuman crack y padres que languidecen en la cárcel. Es Dios quien está sólo, quien ha sido abandonado, quien ha sido olvidado. Somos nosotros los que nos hemos alejado, los que volvimos la espalda. Jesús venció su miedo, perdonó a quienes habían participado en su muerte, y después murió. Jesús no nos abandonará, aunque le demos la espalda. Aunque le olvidemos, Él nos recuerda siempre”. (Were You There? Orbis Books)
- Hayes es una teóloga y profesora agregada de teología en la Universidad Georgetown.