CARTA DEL MAESTRO
Querido/a hermano/a:
Aquí estoy de nuevo. En realidad nunca me aparto de tu lado. Ni de día ni de noche. Ni en la calma ni en la tempestad.
Aunque seas infiel, yo permaneceré fiel, porque no me puedo negar a mí mismo. ¿Recuerdas que mis delicias son estar con los hijos de los hombres? Te he prometido estar contigo hasta el fin de los tiempos, y puedes tener la seguridad de que cumpliré mi promesa. Porque el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán.
¿Has podido sospechar siquiera quién eres tú para mí? ¿Por quién me despojé de mi condición divina y me hice hombre, obediente hasta la muerte y muerte de cruz? Me he despojado de todo para dártelo a ti, ¡a ti! Te he dado lo que tengo y, sobre todo, lo que soy. Tómalo porque es tuyo. Tuyos son mi cuerpo, mi sangre, mi vida. Tuyo mi Padre. Mi Madre es también tuya. Te he entregado mi Espíritu. No me queda más. ¿Sabes lo que quiere decir que te he amado y te sigo amando hasta el extremo?
No me preguntes por qué. El amor no se explica; es o no es, y basta. El amor de Dios está infinitamente más allá de todos los razonamientos. Lo importante es que te quiero a ti personalmente con el amor del Padre: "como el Padre me ha amado".
Ya no te llamaré siervo/a, porque el siervo no conoce los secretos de su Señor. ¿Cómo voy a llamarte: hermano/a, amigo/a …? Estas son expresiones arrancadas de la Escritura, pero sólo los místicos, los que tienen la experiencia, conocen el sentido profundo que se oculta en el corazón de estas palabras.
Y tú, hermano/a, ¿me conoces? Tú -¡sí, tú precisamente!-, ¿quién dices que soy yo? Y no por lo que has leído o por lo que has oído, sino por lo que llevas en el corazón. ¿Soy para ti el Cristo, el Hijo de Dios vivo? ¿Soy el pan, la vid, el camino, la verdad, la vida, el amor, la luz, la salvación? ¿Soy Aquél, en comparación del cual todo lo consideras basura?
Por eso quiero insistir: ¿me conoces verdaderamente? Y, sobre todo, ¿me amas?
¿Crees que no habrá nada que te separe de mi amor: ni la tribulación ni la angustia ni la persecución, ni el hambre ni la desnudez ni los peligros ni la espada? Leo tu historia, hermano/a. Leo tu corazón. ¿Quién estoy siendo ahora para ti?
LECTURA ORANTE
Jn. 15, 14-16
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros. Y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante y duradero. Así, el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre.
NOTAS
El evangelio de Juan está dividido en dos grandes libros: el de los signos (capítulos 2-12) y el de la pasión y gloria (capítulos 13-20). El texto de la meditación de hoy forma parte del segundo libro y, más concretamente, de una sección que se conoce con el nombre de "discursos de despedida", una especie de testamento de Jesús a su comunidad. Una de las disposiciones más hermosas de este testamento es este texto en el que Jesús llama a sus discípulos "amigos", no siervos. Lo propio del siervo es cumplir los mandatos del amo, pero sin entrar en relación personal con él. Lo propio del amigo es, ciertamente, realizar los deseos del amigo ("Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando"), pero, sobre todo, compartir la intimidad ("Os he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre"). ¿Cómo es nuestra relación con Jesús? ¿La vivimos como si fuéramos funcionarios (siervos) o como amigos destinados a dar "fruto abundante y duradero"? Si nuestra preocupación consiste meramente en cumplir, entonces somos funcionarios. Hacemos de Jesús un jefe que nos impone unas normas y vigila su cumplimiento. ¡Estamos llamados a ser amigos! Lo propio de la amistad es compartir la intimidad. ¿En qué medida cultivamos la intimidad con Jesús a través de una oración gratuita? ¿Somos capaces de ir entregando nuestra vida cada día por el Amigo? ¿A través de qué signos realizamos esta entrega cotidiana?
PARA EL CUADERNO
¿Vivo como siervo, arrastrando mis obligaciones de cristiano, o te siento como el mejor amigo posible? Tú no tienes secretos para mi, ¿y yo?
PARA LA ORACIÓN DE LA TARDE
Elige un texto: Isaías, 49,14-16; Efesios 1,3-12; 1 Juan 3,1-2. Lo demás como en la mañana.
Al final, es bueno leer de nuevo la carta del Maestro y responderla en el cuaderno