Hace unos días, tuve la suerte de que el Delegado diocesano de educación de Jerez de la Frontera me invitara a visitar la catedral de Jerez con motivo de unas conferencias que di a los profesores de religión sobre la experiencia de Dios en el arte.
La niña María se nos muestra con un libro de oración, en actitud de meditar, ejemplo de quien se alimenta de la lectio divina. En ella podemos contemplar la belleza del alma.
María, la creyente, la que permitió que en su seno se albergara la Palabra, está revestida de divinidad, de amor de Dios, de presencia interior. No está dormida, sino contemplativa. No está cansada, sino abstraída en el misterio que la inunda, aun sin saberlo.
Ella se convierte en nuestra maestra para acercarnos a las Escrituras. Si algo nos demuestra el cántico que ella entonó en casa de Isabel es el conocimiento de las profecías y la ternura divina hacia los pobres, los pequeños, los humildes y los marginados.
La Niña María nos invita, desde la devoción que nos suscita, a meternos dentro de nosotros y saborear el misterio que también nos habita.
Este mes es tiempo propicio de tomar las Escrituras, a la luz del Espíritu Santo, para que de alguna forma seamos como María, gestantes de la Palabra de Dios, y demos el fruto de la belleza, de la serenidad, del servicio, de la relación enamorada con Dios.
Virgen María, llenada de gracia y madre de la Palabra, ruega por nosotros.