Si en siglos pasados se pudo entender la vida cristiana como "fuga del mundo" para darse a la contemplación divina, en la actualidad es imposible. No es lo mismo vida espiritual que vida religiosa. Hoy no se puede pretender una vida religiosa profunda si exige tener "tiempos" para rezar durante todo el día. En la vida es posible y bueno recuperar algunos minutos para Dios. Pero las horas mejores quedarán absorbidas por las ocupaciones materiales. Hay toda una masa de cristianos que se sienten divididos: necesitan quitarse el ropaje de hombre en el mundo para sentirse cristianos; y cristianos de segunda.
Los cristianos deben, en cambio, apasionarse con su propia actividad cotidiana, convencidos de estar colaborando con la consumación del mundo en Cristo. Dios no puede distraer nuestra mirada del trabajo que El mismo nos ha encomendado. La acción se ha de convertir ella misma en ambiente de comunión, en un "medio divino" en el que sea posible encontrarse con Dios.
Para santificarse no basta con obrar con recta intención, ofreciendo a Dios el propio trabajo. Ni mucho menos basta con llenar el tiempo con jaculatorias o con hacer retiros espirituales. Esta pretensión de encontrarse con Dios "a ratos" corre el riesgo de hacer creer que a Dios sólo se le puede encontrar en momentos privilegiados de oración. Por muy oportunos y necesarios que sean esos momentos, es el conjunto de la vida el que debe agradar a Dios y ser fuente de vitalidad espiritual.
Todo esto implica competencia y compromiso profesional y consagración cristiana del trabajo y de las realidades terrenas, actuar desde la justicia, proteger al débil, humanizar las estructuras, etc. No se trata de rechazar el encuentro expreso con Dios en el culto y la oración, sino de buscar a un Dios más en medio de la vida cotidiana. Todos debemos sentirnos empeñados en el taller del mundo para la reconstrucción de un futuro mejor. Si no queremos reducir la fe a un lujo inútil y provocativo, es preciso que ella anime las realidades que aparecen como menos sagradas y más banales:
"Si cuando metemos las manos en la palangana,
si cuando atizamos el fuego con el fuelle,
si cuando alineamos interminables filas de números en la mesa de contabilidad,
si cuando, abrasados por el sol, estamos
metidos en el cieno de los arrozales,
si cuando permanecemos ante el horno del fundidor,
no realizamos exactamente la misma vida religiosa
que si estuviéramos en oración en un monasterio,
el mundo jamás se salvará".
PARA PENSAR Y DIALOGAR
- ¿Cómo puedo vivir una espiritualidad sin horarios? Concreta.
- ¿Cómo sería el perfil de un "santo" de hoy?