CARTA DEL MAESTRO
Querido/a hermano/a:
Hoy te presento a mi Madre. Te la di con el mayor cariño en el momento cumbre de mi vida terrena. Ella te estaba gestando en el dolor al pie de la cruz y a mí no me faltaba más que poner el sello de reconocimiento público a esa misteriosa maternidad. María es madre mía y madre tuya, porque tú y yo somos hermanos.
No hay palabras humanas para describir la grandeza de esta mujer sencilla, el dolor de esta mujer bienaventurada, la fecundidad de esta mujer virgen, la fortaleza de esta sierva del Señor, el cariño de esta madre universal, que no sabe más que amar y, por consiguiente, que servir. Ella, despojada de sí misma e invadida por la fuerza del Espíritu Santo…
En el hogar de la Iglesia, María realiza su maravillosa misión, silenciosa y eficazmente, siempre en la penumbra. Un día llegarás a saber todo lo que ella ha sido para ti. Y verás también lo que tú has sido para ella.
Hay quienes llegan a descubrirlo tarde, como esos hijos que sólo alcanzan a comprender lo que deberían haber sido con su madre terrena cuando ella ha desaparecido del hogar, cuando ya no pueden expresarle su gratitud por todo lo que le deben.
María nunca desaparecerá del hogar, pero tú sí puedes llegar tarde a vivir en esta tierra una relación viva, intensa, profunda, filial con María. Porque hay cosas que debes hacer aquí. Solo aquí se puede creer, sufrir, sembrar, morir. Y es preciso que ella esté muy metida en todo esto.
Es preciso que te hagas consciente de lo que significa en tu vida la Madre de Dios, la Hija de Dios, la Esposa de Dios, la Madre de la Iglesia, tu propia Madre, María. Que te dejes amar y enseñar por ella, para que aprendas a vivir como ella, la mujer consagrada, mi perfecta discípula y seguidora; para que aprendas a vivir en plenitud la vocación a la que has sido llamado/a.
LECTURA ORANTE
Jn. 2, 1-12
Tres días después hubo una boda en Caná de Galilea, en la que estaba la madre de Jesús. Invitaron también a la boda a Jesús y a sus discípulos. Se terminó el vino, y la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le contestó: «¿A ti y a mí qué, mujer? Mi hora todavía no ha llegado». Su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí seis tinajas de piedra de unos cien litros cada una para los ritos de purificación de los judíos. Jesús les dijo: «Llenad de agua las tinajas».Y las llenaron hasta arriba. Añadió: «Sacad ahora y llevádselo al maestresala».Y se lo llevaron. Tan pronto como el maestresala probó el agua convertida en vino (sin saber de dónde era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al novio y le dijo: «Todos sirven primero el vino mejor; y cuando se ha bebido en abundancia, el peor. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora».Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus milagros, manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Después fue a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos; pero estuvieron allí sólo unos días.
NOTAS
El texto de hoy nos propone el primero de los siete signos que Jesús realiza según el evangelio de Juan. El hecho de convertir el agua en vino es, más que un hecho insólito y llamativo, un "signo" de la novedad que Jesús representa con respecto al judaísmo. A través de este primer signo, Dios se manifiesta definitivamente en Jesús. Esto se observa con claridad en varios detalles del relato. El signo sucede en el marco de una boda. Desde Oseas, las relaciones entre Dios y el pueblo se describen con el símbolo del matrimonio. Las seis tinajas de piedra (siete menos uno) representan la imperfección del viejo sistema. Por el contrario, el vino excelente y abundante simboliza los nuevos tiempos mesiánicos. El hecho de llamar a María con el apelativo de "mujer" apunta a la presentación de María como la nueva Eva. El texto nos ayuda a preguntarnos si nuestras tinajas están llenas del agua de la rutina o, más bien, del vino nuevo de la fe. ¿Vivimos nuestra relación con Dios como si se tratara de un funeral, o es una boda en la que abunda la alegría? ¿Hacemos nuestras las palabras de María que también hoy, en medio de nuestras vacilaciones, nos dice: "Haced lo que él os diga"?
PARA EL CUADERNO
¿Me siento hijo/a de la Madre de Jesús? ¿La tengo marginada o guardo con ella cada día una profunda relación filial?
PARA LA ORACIÓN DE LA TARDE
Elige un texto: Juan 19. 25-27; Lucas 1, 26-38; 39-56. Lo demás como en la mañana.
Al final, es bueno leer de nuevo la carta del Maestro y responderla en el cuaderno