SÍ a una Pastoral Vocacional que ama a los jóvenes y con limpias motivaciones (cf. DVC 148) los llama.
NO a una Pastoral Vocacional que tiene un falso respeto y no llama porque, en el fondo, no quiere a las personas.
SÍ a una PV que busca los intereses del Reino y ora al Padre para que cuide su mies (cf. DVC 150).
NO a una PV que reza mucho por las vocaciones pero desde el miedo, sin implicación, buscando solamente los propios intereses de manera regresiva e infantil.
SÍ a una PV que se sirve de redes hechas con nudos eclesiales, congregacionales, interprovinciales y con la familia claretiana (cf. DVC 59).
NO a una PV que pesca solitariamente con caña o con las redes viejas agujereadas del individualismo, la competitividad o la descoordinación.
SÍ a una PV que integra a la mujer y cree profundamente en la capacidad femenina de engendrar vida, de alimentarla, de cuidarla.
NO a una PV machista que olvida que la mayor parte de los miembros de los institutos religiosos son mujeres y que son ellas quienes están a menudo en la vanguardia del riesgo y de la entrega.
SÍ a una PV que sabe confía en los jóvenes de hoy y les ofrece una experiencia personal de encuentro con Jesús y una fuerte vivencia en comunidad misionera (cf. DVC 68).
NO a una PV que repite como un disco rayado la lista de pecados, lagunas e inconsistencias de los jóvenes.
SÍ a una PV que habla en lenguas nuevas (sobre todo en el idioma de la amistad) que sabe comunicar de forma audaz y provocadora, crea clima, evita presiones y discierne (cf. DVC 93)
NO a una PV ruidosa y sin silencios, que deslumbra pero no alumbra, que ofrece multitud de respuestas sin hacerse cargo de las preguntas, que calla o que desvía la conversación.
SÍ a una PV que agarra por el cuello las serpientes que hoy envenenan a los jóvenes (consumismo, aburrimiento, narcisismo, irresponsabilidad …)
NO a una PV que ignora las heridas, que tiene miedo a los desgarros del alma juvenil, que no cree que "Sus heridas nos han curado" y que "donde están nuestras heridas está también nuestra salvación".
SÍ, en definitiva, a una PV que nos una más a todos en misión compartida sin exenciones o delegaciones (cf. DVC 59).
NO a una PV de emergencia, individualista y sin esperanza en el mañana que Dios crea para todos.