CARTA DEL MAESTRO
Querido/a hermano/a:
He visto muchas veces el rictus de tu cara cuando oyes las noticias por la radio o la televisión. Es como si hubieras llegado al límite de tu resistencia: catástrofes naturales, accidentes, atentados terroristas, guerras de diversa intensidad… Cuando miras cerca de ti, el panorama tampoco es muy amable. Te llegan noticias de familiares, amigos o conocidos que mueren de cáncer, que sufren una depresión, que rompen su matrimonio, que se enganchan a la droga, que no encuentran trabajo. ¿En qué mundo vivimos? ¿Dónde está Dios? ¿Por qué no se ocupa de tantos problemas que nosotros no podemos resolver?
Te he visto muchas veces con miedo, sin esperanza, como si ya no creyeras que es posible vivir de otro modo. A veces te da la impresión de que vamos de mal en peor. Verás. Yo no quiero alimentar en ti un optimismo barato. Sé que eso no basta para que vivas con la esperanza que puede sostener tu vida.
Siempre habrá mal a tu alrededor, pero yo he venido a vencer la raíz del mal. De una forma que no acabarás de entender nunca, ya lo sé. Tendrás que dejar que Dios sea Dios y admitir que sus planes no coincidan con los tuyos, consciente además de que son los suyos los que importan. No sólo he demostrado que tengo poder de resucitar a los muertos. Yo mismo he experimentado la muerte y la resurrección y te hago partícipe de este misterio. Yo he hecho míos los sufrimientos de todos los hombres y mujeres de la historia. Y he abierto un horizonte de esperanza donde el ser humano sólo ve noche y absurdo. ¿Puedes creer en mí o te parece que soy un fantasma? ¡No tengas miedo! Cuando te parezca que se hunde el suelo debajo de tus pies, cree que yo soy tu fundamento. Cuando no veas nada más allá de tus temores, cree que yo soy tu horizonte. Cuando te parezca que la muerte se adueña de todo, cree que yo soy la vida. Como María al pie de la cruz. O como tantos discípulos que han seguido mis pasos en la noche. Si aprendes a compartir conmigo tus dudas, tus zozobras, tus muertes, compartirás también conmigo la victoria de la esperanza que nunca defrauda.
LECTURA ORANTE
Mt. 28, 1-10
Pasado el sábado, al rayar el alba, el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. De pronto hubo un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la losa del sepulcro y se sentó en ella. Su aspecto era como un rayo, y su vestido blanco como la nieve. Los guardias temblaron de miedo y se quedaron como muertos. Pero el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: «No temáis; sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como dijo. Venid, ved el sitio donde estaba. Id en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis. Ya os lo he dicho». Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y con miedo y gran alegría corrieron a llevar la noticia a los discípulos. De pronto Jesús salió a su encuentro y les dijo: «Dios os guarde». Ellas se acercaron, se agarraron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo: «No tengáis miedo; id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán».
NOTAS
El fragmento que meditamos hoy abre el último capítulo del evangelio de Mateo. El momento central de este pasaje es el anuncio de la resurrección. Mateo simplifica y retoca el relato de Marcos, dando a este anuncio un tono más gozoso y dinámico. La manifestación del ángel está rodeada de fenómenos portentosos semejantes a los mencionados con motivo de la muerte de Jesús (cf Mt 27,51-53) y relacionan ambos acontecimientos. El centro del relato es el hallazgo de la tumba vacía, interpretado por las palabras del mensajero: "¡Ha resucitado!". Las mujeres, presentes en el momento de la crucifixión y de la muerte, son también testigos de la resurrección. A través de ellas, los discípulos, que abandonaron a Jesús, recibirán la buena noticia y el encargo de ir a Galilea donde los espera, según les había anunciado.
También hoy, a través de signos sencillos, hay mensajeros que nos siguen comunicando que el Señor está vivo. ¿Quiénes son hoy esos mensajeros? ¿En qué "lugares" encuentro hoy al Resucitado? ¿Me guardo la experiencia o la comunico a través de la alegría, de la entrega a los demás, de una actitud esperanzada? El signo más elocuente de que Jesús sigue vivo es que nos hace vivir con intensidad: "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia".
PARA EL CUADERNO
¿Cuáles son mis miedos? ¿Qué eco encuentra en mí la palabra del Resucitado: “No tengáis miedo"? ¿Creo en el poder resucitador de Jesús? ¡Señor, aumenta mi fe!
PARA LA ORACIÓN DE LA TARDE
Elige un texto: Hebreos 6,13-20; Isaías 40,1-8. Lo demás como en la mañana.
Al final, es bueno leer de nuevo la carta del Maestro y responderla en el cuaderno