A cada cual su ombligo

14 de noviembre de 2008

         

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.

En el fondo – dice Dios – he hecho bien en daros un ombligo a cada uno, porque es útil.
Sí, creo que es bien útil que cada cual tenga su ombligo.
En los momentos de desfallecimiento, de desánimo, en los momentos difíciles…
sólo es necesario bajar los ojos, y enseguida…
¡ya no se ve más que el ombligo! ¡tan amigo, tan misterioso, tan fraternal!
Pues sí – dice Dios – he hecho bien en daros a cada uno un ombligo.

Aunque a veces, de tanto mirarlo, ya no sois capaces de mirar más allá.
La verdad es que, en mi plan creador, yo no había previsto que se le diera tanta importancia…
Si lo volviera a hacer, lo pondría… ¡en medio de la frente!
De este modo – dice Dios – tendríais que mirar los ombligos de los otros.
Y entonces – dice Dios – no os quedaría otro remedio
que caer en la cuenta de que hay otros muchos ombligos:

Hay ombligos de personas enfermas, o que sufren el dolor durante años,
    ombligos jóvenes y ombligos muy viejos,
    de personas de las que nadie se preocupa: ombligos ignorados
    ombligos de personas, tan pendientes de los otros, que casi no han visto el suyo,
    ombligos de personas que creen que el único ombligo del mundo es el suyo,
    ombligos enormes, y ombligos pequeñitos,
    ombligos escondidos, y ombligos siempre a la vista,
    ombligos acomplejados y ombligos orgullosos,
    ombligos herniados por el esfuerzo, y ombligos sin estrenar…

Tal vez sería bueno -dice Dios- que no pocos de vosotros
olvidaseis vuestro ombligo de intimidad,
vuestro ombligo de fiesta, vuestro ombligo hambriento de rodearse de cosas,
vuestro ombligo incansable de llamar la atención y buscar el protagonismo,
vuestro ombligo satisfecho y tranquilo…
Ese ombligo que, de tanto mirarlo, se os vuelve tan grande, tan importante
que parece el centro de vuestro cuerpo,
el eje de vuestras relaciones personales,
el sol alrededor del que tiene que girar todo…

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Es verdad que el ombligo -dice Dios- os lo he dado yo,
pero me gustan más los ojos, las manos, el corazón, los pies…
sobre todo porque os ayudan en eso del Amor…
y así os parecéis mucho más a mí.
Y si os miráis el ombligo -dice Dios-
que sea para recordar que vuestra vida la habéis recibido,
que otros os lo dieron todo para que existierais…
hasta el día en que vosotros mismos fuerais capaces
de crecer, de dar, de amar.
         

Enrique Martínez cmf
sobre un texto de autor desconocido