A flor de piel

    Así se muestran los hombres y mujeres cuyos testimonios de vida quedarán reflejados en los siguientes textos. Ellos hablan por sí mismos de vida, conversión, búsqueda, amistad, evangelio, servicio eclesial, fe, familia, desencuentros y encuentros… Son personas sencillas, luchadoras, solidarias, algunas casi sin saber leer y escribir, otras con condiciones sociales más favorables, todas ellas capaces de creer en la Palabra que les ha reconciliado y salvado. Son bienaventurados, amigos de hacer el bien y de trabajar gratuitamente por las comunidades a las que sirven y aman. No esconden sus sentimientos, son transparentes.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.     Estar al lado de ellos es una bendición, un camino de felicidad verdadero. Se advierte la huella de lo divino en sus realidades humanas. Sus testimonios nos guían al encuentro con la verdad, a la belleza de ser hombres y mujeres creyentes que han confiado en Dios sus vidas y lo han dado a conocer a los demás como su auténtico tesoro. No se han dado por vencidos en los momentos de crisis porque han buscado ayuda y saben por experiencia quién no les ha defraudo. Son catequistas, coordinadores, ministros de la eucaristía, son Dora, Agustín María de Jesús, Edgar, Gloria… acompañantes de la vida y de la fe de sus hermanos. Con ellos os dejo.

    “Deseo hacerle llegar las inquietudes que tengo en el fondo de mi corazón. Tengo 26 años. Vivo con mi esposo, un hombre lleno de virtudes. Le amo intensamente. Tenemos dos hijos. Están sanos. Tenemos casa propia, trabajo, salud, armonía conyugal. Pero hay un vacío dentro de mí. Es como un espacio, una sensación de hambre. A pesar de estar con tantas personas en mi casa, en mi trabajo, me siento sola, es como si no encontrara la felicidad, como si me faltara algo más para ser feliz, a pesar de tener todo en esta vida. Deseo encontrar a Dios, necesito llenar este vacío con su amor, sé que sólo así podré llenar mi alma y no tener esta sensación de soledad. ¿Pero cómo lo encuentro? ¿Qué hago para llenarme de Dios? Quiero abrir más mi corazón para que él pueda habitar porque sé que seré más feliz cuando le encuentre. Me pondré a buscar a Dios llenando de esperanza la vida de los afligidos, orando cada día y dedicándome a las buenas obras. Este es mi camino”.

(Gloria Liz Casco)