Abiertos a lo que desborda

    La apertura a la transcendencia supone una actitud receptiva, una inteligente y benevolente actitud de aprendiz. Todo al servicio de la transcendencia, del reposo en Dios. Hay que aprender a orar; aprender a crear condiciones para el progreso en la oración. Muchos oran pero no progresan. Y no progresan por ‘no querer o no saber desprenderse de los rudimentos’, como indica Juan de la Cruz.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Hay que aprender el camino de la transcendencia: de ir más allá del ‘caos’, del ‘ego’, de ‘sí mismo’, hasta Dios. Pero hay que aprender el camino.

El camino se puede entender como un trayecto que hay que se va recorriendo, significado por la flecha.

También se puede entender como una progresiva profundización:
Este modo de búsqueda, aunque es el de siempre, puede significar una formulación relativamente nueva, que se puede titular: Aprender de un modo nuevo .

Un prestigioso psiquiatra escribió: "La mística es el gran tema de nuestro tiempo. Junto a la proliferación de sectas de fondo místico unas, otras pseudomístico (meditaciones transcendentales, etc.), se ha abierto un camino nuevo hacia la conciencia fundamental. Pero es necesario distinguir entre tanto centro de relajación y sistemas de autocontrol y entre los verdaderos valores de la transcendencia, de cuya penuria se resiente nuestro mundo actual".

"Parte del proceso de transformación consiste en convertirse en aprendiz" .

Y Dios es el que enseña.

Hay que aprender a ser discípulo, a dejarse enseñar y conducir por la fuerza del Espíritu de Dios. Y sólo se deja conducir quien ha adquirido, con la gracia de Dios y con su propia colaboración, un alma suficientemente sencilla.
En la cultura Zen budista se trata de conseguir una nueva cualidad de mente: mente de principiante. Coincide con las características de una mente pobre, de una mente de discípulo.

Es excesiva por unilateral y por falta de compromiso, la tendencia a intelectualizar, pensar y hablar, con lo que, ordinariamente, se mata en las almas la cualidad de la sencillez y del despojo suficiente para callar después de haber hablado; para dejar de pensar, después de haber reflexionado; para abandonarse, después de haber descubierto las grandes posibilidades de naturaleza y de gracia que están a nuestra disposición, si sabemos recibirlas.