En la piedad popular del Jueves Santo suele incluirse una hora santa ante el monumento. Aquí ofrecemos un material, que tiene presentes las dimensiones fundamentales de la eucaristía. La celebración se desarrolla desde siete verbos de acción.
Unos pañales y un pesebre, pan-vino y una toalla, una corona de espinas y una cruz, un sudario y un sepulcro vacío… Señales de la vida del Maestro de Nazaret. Símbolos de un estilo de dar y entregar la vida. Verbos de la existencia del Mesías Jesús. Hacer memoria de esos signos es querer conjugar la vida en cristiano.
La ’hora santa’ en el Triduo Pascual es una expresión del corazón creyente de nuestro pueblo. Tiempo de adoración, invitación a seguir a Jesús en su entrega, meditación de las grandes manifestaciones de su amor:
la Eucaristía, como memorial de su Pascua;
el mandato del amor fraterno, como respuesta a su don;
el sacerdocio, como presencia ministerial suya enel mundo.
Presentamos algunas sugerencias y materiales para este momento de la «Semana Santa». Su fuente de inspiración ha sido la reflexión «¿No se abrasaba nuestro corazón…? Caminos de acceso a la Eucaristía» (Dolores Aleixandre, Bautizados con fuego, ST 1997, 63-81).
SUGERENCIAS PARA SU REALIZACIÓN
Celebración en torno al ’Monumento’; que se ha realizado con moderación y sobriedad ornamental. Se coloca una jarra de vino, una hogaza de pan y una toalla, como expresión simbólica de los contenidos de la oración que se va a desarrollar.
Se proponen siete momentos (tomando los siete verbos que la autora de la reflexión desarrolla en su libro) en los que conviene combinar breves orientaciones habladas que motiven y centren la reflexión y meditación orante con la participación a través del canto, de las plegarias y del compartir.
Atendiendo a la realidad de los participantes, al f/’em- I po de que se dispone y a los contenidos que interesa transmitir y profundizar el animador o equipo selecciona aquellos momentos que van a constituir el cuerpo de la celebración.
Se ofrece también algún texto (testimonio, reflexión, plegaria). Al preparar la celebración se toman los más adecuados o se preparan otros; entregarlos fotocopiados puede I facilitar la participación.
El tono de la celebración ha de ser meditativo, orante. Se puede acompañar con música ambiental suave, con antífonas, cánones o plegarias breves.
CONTENIDO DE LA CELEBRACIÓN MOMENTO UNO: TENER HAMBRE
Para motivar:
Ponemos nuestros ojos en Jesús. El tuvo una preocupación fundamental: el querer del Padre. De tal manera polarizó esto su existencia que pudo llegar a afirmar: "Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre". El se nos ha entregado como comida de salvación. Agradecidos, nos planteamos cómo andar nuestros deseos, qué supone acogerle como Pan de vida, qué densidad tiene para nosotros vivir la Eucaristía.
Para meditar:
Nos preguntamos por nuestros deseos y hambres. Dónde los tenemos puestos, cómo los alimentamos, cuáles son nuestros ’deseos parásitos’…
Ponemos nombre a nuestras tentaciones de saciedad satisfecha para mantener despierto el deseo de otro Pan diferente del que intentan vendernos desde tantos mercados…
Nos preguntamos con sinceridad si podríamos vivir sin Eucaristía, o sí es para nosotros una especie de «plus piadoso», un complemento alimenticio que no nos dejaría hambrientos si prescindiéramos de él…
Para orar:
Proclamar algún salmo de búsqueda o de confianza (Sal.15, 41, 26), o bien el «Salmo de acción de gracias» de El. Mazariegos-A. Botana, que se encuentra en Orar a pie descalzo, pp. 56-57)
MOMENTO DOS: COMPARTIR MESA
Para motivar:
Dios acerca, reúne, incluye, siempre. Así lo vemos en la vida de Jesús. Se acercó a los alejados, tocó a los enfermos y pecadores. En sus comidas incluyó a aquellos que en su tiempo eran rechazados y excluidos. Su entrega ’reunió a los hijos de Dios dispersos’. Compartir la mesa es compartir la vida. Compartir la mesa sin compartir la vida es negar la Eucaristía.
Para meditar:
Nos preguntamos cómo y con quiénes compartimos el banquete de nuestra vida; a quiénes sentamos a nuestra mesa (la de nuestro tiempo, nuestra amistad, nuestros bienes, nuestro interés…); a quiénes excluimos de ella y por qué…
Nos preguntamos cómo podemos crecer en ese talante de incorporar, agregar, atraer, vincular, incluir; de qué modos concretos…
Para compartir:
Ante Jesús-Eucaristía, el texto "Mesa-camilla" nos sirve para compartir cómo estamos viviendo las celebraciones eucarísticas de nuestra comunidad parroquial. Y para agradecer al Señor el servicio que nos presta quien preside; para agradercer el don del ministerio ordenado.(lntervenciones breves).
Sí quien preside, es el sacerdote de la comunidad parroquial puede hacerse como intercambio fraterno, del que pueden sacarse orientaciones para el futuro.
MESA CAMILLA
Les tengo una especial ’devoción’. Sobre todo cuando son acogedoramente redondas. No quiero exagerar, quizá esto no tenga el rango de ’sacramento’; puede que ni siquiera llegue al ’sacramental’. Pero a mi se me conceden ’gracias’ peculiares en torno a ellas. ¡Se trata de las mesas-camilla!
Van trece años de dicha al celebrar la Cena del Señor. Y, poco a poco, entiendo más eso del Concilio de que la Eucaristía es ’fuente’ y ’culmen’ de la vida cristiana. Pero, claro, a mi también me ha pasado el descubrirme ’funcionario de servicios sacramentales’. A mi también se me ha colado ’ir de cura’.
Y no sé por qué, pero la mesa-camilla me impide adueñarme de la celebración. Su ’duende’ me alerta a cerca de mi despreocupación ante los rostros concretos de los hermanos y hermanas que se apiñan en torno a ella. Mi rutina queda sacudida. Los servicios y ministerios de los hermanos y hermanas toman cuerpo con naturalidad. Homilías de ’tono divino’, planeando nubes arriba, adoctrinando, exhibiendo eruditos vocablos (santo Pneuma, banquete escatológico…) quedan tan fuera de lugar…
No tengo nada contra la liturgia solemne en romana basílica o en gótica catedral. Pero, ¡benditas mesas-camilla en las que se me han regalado ojos más abiertos al partir el Pan! Son gracias -si queréis- con sabor a cercanía, a sencillez, a fraternidad lisa y llana, acomulgar vitalmente, a conectar lo vivido y lo celebrado, a saborear la gracia compartida…
Recientemente he tenido la osadía de pedir explicación. Me ha parecido escuchar que se me susurraba: "¿no te das cuenta?. Siempre que estás alrededor de la mesa-camilla ceden tus barreras, se desactivan tus defensas, y así -vulnerable como eres- estás más verdadero en lo que celebras; te dejas ’coger por dentro’; acoges el soplo del Espíritu en cada hermano y hermana de ese círculo de comunión…"
No sé. A lo mejor estoy hecho para ser ’cura de mesa-camilla’. Quién sabe. A lo mejor estamos hechos para ser Eucaristías de mesa-camilla.
MOMENTO TRES: RECORDAR
Para motivar:
La Última Cena no es un momento aislado de la vida de Jesús. Es, sí, un momento denso, que concentra todo lo anterior. El que se entrega es el que se desvivió día a día, hora a hora. La Eucaristía no son meros ritos aislados, no pueden ser unos minutos a la semana sin conexión con la vida.
Para meditar:
Recordamos qué es lo que "presenciaron nuestros ojos", qué significa para cada uno "hacer memoria de Jesús" y confesamos las razones secretas por las que preferimos vivir desmemoriados a volver, una y otra vez, al recuerdo perturbador de quien llegó por nosotros "hasta la muerte y muerte de cruz"…
Tomamos conciencia de nuestras evasiones ritualistas, de nuestra despreocupación y olvido de todos los que hoy, por su entrega, siguen en la cruz…
Para orar:
Una rato de oración de súplica por cuantos están sufriendo la cruz (dificultad, menosprecio, rechazo, aislamiento, persecución…) por desvivirse por los demás; partiendo de personas de la propia comunidad parroquial, de la Iglesia universal, del mundo…
Se puede también hacer las letanías que podéis encontrar en el número 95 de la revista Orar llamadas «Letanías del amor fraterno»:
MOMENTO CUATRO: ENTREGAR
Para motivar.
Ninguna inversión de amor se pierde. Toda semilla que se siembra es promesa de frutos. Esta es la dinámica del actuar de Jesús. Esta es la dinámica de toda vida creyente. No se trata de dar algo para quedar tranquilos, se trata de entregarnos a nosotros mismos. Se trata de ir entrando, como Jesús, en la locura de amor de darse, de entregarse, de partirse y de repartirse; con la certeza de que así se hace uno bienaventurado, feliz, dichoso.
Para meditar:
Nos imaginamos a cámara lenta el gesto del ofertorio: con todo lo que significa de desapropiación, desprendimiento, alegría de poder regalar, disponibilidad, esfuerzo por liberar la posesividad de nuestras manos…
Ponemos nombre a las resistencias que sentimos cuan- do lo que ofrecemos es el tiempo, las fuerzas, la atención desplazada de nosotros mismos hacia los demás, la tarjeta de crédito, las llaves de nuestra casa, esos días de ’puente’ largo que reservábamos para nosotros…
Recordamos y nos alegramos de tantas actitudes y gestos de entrega gratuita que existen a nuestra alrededor; les ponemos rostro y nombres…
Para orar:
Un rato de oración de acción de gracias por todos los signos, gestos, actuaciones de entrega gratuita, de servicio desinteresado, de amor generoso que conocemos, que están presentes a nuestro alrededor, desde los más cercanos (familia, parroquia, pueblo, ciudad…) hasta los que nos interpelan desde otros lugares, de otras concepciones de la vida y de la religión. Se puede también hacer en común la oración «Canto al amor» de E.L Mazariegos y A. Botana, que también encontraréis en Orar a pie descalzo, pp. 198-199
MOMENTO CINCO: ANTICIPAR
Para motivar:
Siempre que amamos adelantamos la vida del Reino, lo hacemos crecer. Siempre que amamos está más cerca la pla-nitud que Dios nos promete. El final puede ser anticipado y pregustado cuando en la vida vamos generando signos con sabor a Eucaristía.
Para meditar:
Evocárnosos momentos y situaciones en las que vivir – eucarísticamente’ nos han hecho gustar de antemano lo que es nuestro destino final: cuando hemos sido capaces de perdonar y ser perdonados, cuando hemos sido pan partido y presencia real del amor de Dios por los últimos, cuando…
Para compartir:
Ante Jesús-Eucaristía el texto "Completar a Cristo" nos interpela para expresar en este momento un gesto de acogida entre todos los participantes en la celebración. Puede ser un beso, un apretón de manos, un abrazo… Se trata de expresar la acogida y veneración por cada hermanos/a, que prolonga la adoración de Jesús-Eucaristía.
Podemos aprovechar en este momento el bello texto que Louís Evely titula «Completar a Cristo» que encontramos en Nuevos símbolos para orar, pp. 79-80.
MOMENTO SEIS: «TRAGARSE» A JESÚS
Para motivar:
Comulgar es llegar a ser lo que comemos. Es desear vivamente "tener los mismos sentimientos" del Mesías Cristo-Jesús. Es in-corporar, hacer propia su misma vida. No otra cosa es ser cristiano que vivir con Jesús, vivir como Jesús, vivir para Jesús, vivir en Jesús. Como crecemos en edad, en conocimientos, en experiencia, también hemos de crecer en identificación con El. Puestos, de nuevo, los ojos en Jesús-Eucaristía pensamos en qué y cómo nos vamos pareciendo a El, y en las dificultades que tenemos para asimilar vitalmente su vida de; modo que se transparante a los demás.
Para meditar:
Recordamos frases del mensaje del Evangelio de Jesús ("No atesoréis tesoros en la tierra", "Prestad sin esperar nada a cambio", "Tuve hambre y me disteis de comer"…), hacemos el gesto interior de ’tragarnos’ eso, de comulgar con ello, de desear al menos ir poniéndonos de acuerdo con Jesús, creciendo en afinidad con él…
Caemos un poco más en la cuenta de lo que significaría ’tragarnos’ su mentalidad, sus preferencias, sus opciones, su estilo de vida, su extraña manera de vivir, de pensar y de actuar…
Para orar:
Un rato de oración de petición, haciendo explícitos aquellos contenidos de las preferencias, estilo, forma de vivir de Jesús con los que deseamos identificarnos de modo más auténtico, más verdadero, más radical, más consecuente. (Puede hacerse también desde la oración del "Padrenuestro" -síntesis de la vida cristiana- desgranando su contenido).
MOMENTO SIETE: BENDECIR
Para motivar:
Cuando se tiene una mirada creyente, toda la vida es un don, un regalo. Un regalo es el nacer, un regalo el existir. Un don la luz, el sol, la belleza. Un don especial los demás (familia, amigos, hermanos…). Un don la fe: haber conocido a Jesús, sentirse amados por Dios, saberse acompañados y guiados por su presencia, por su Espíritu. En la Eucaristía los labios y el corazón se nos educan para alabar, para bendecir. Toda la Eucaristía es una bendición al Dios que nos amó hasta el extremo de entregarnos lo que más quería: su Hijo, el Amado, el Predilecto.
Para meditar:
Hacemos memoria de las situaciones en que hemos vivido "en clave de murmuración" (quejas, resentimiento y desencanto, como Israel en el desierto)…
Nos imaginamos momentos y ocasiones en que vamos a vivir "en clave de bendición": descubriendo en la vida, más allá de su opacidad, la presencia del Reino (del bien, del amor, de la entrega, del servicio, de la justicia…) que hacía estremecerse de alegría a Jesús…
Para orar:
Juntos vamos construyendo un salmo de bendición, proponiendo los motivos que, desde nuestra experiencia creyente, nos impulsan a alabar las grandezas del Señor. Puede realizarse siguiendo esta pauta: Solista: "Bendito seas, Señor, por…." Todos: "Bendito y alabado seas". Y se puede recitar la siguiente plegaria (Tomada de Jesús García Herrero, Sacramentos, celebración de la presencia de Dios en la vida, p. 184):
ORACIÓN DE ALABANZA
Bendecid al Señor, hermanos míos,
que levanta a sus hijos en los brazos:
sus brazos son murallas protectoras,
sus brazos serán alas maternales,
sus brazos, el mejor hogar paterno.
Bendecid al Señor, hermanos míos,
que reparte su carne en alimento:
esa carne es el signo de su entrega,
esa carne aglutina a los amigos,
esa carne alimenta a los más débiles.
Bendecid al Señor, hermanos míos,
que se queda para siempre con nosotros:
su presencia es oasis y es hoguera,
su presencia es imán y es libertad,
su presencia es el centro de la vida.
Bendecid al Señor, hermanos míos.