El curso de la liturgia cristiana pivota sobre las tres Pascuas: Navidad, Resurrección, Pentecostés. A cada una le precede un tiempo. A la Navidad nos dispone el Adviento, tiempo morado, de color penitencial. Dios va a nacer. ¿Cuántas veces hemos oído hablar del Adviento? Hemos repetido: "Ven, Señor, Jesús", esperanza, estad vigilantes, parusía, promesas, signos mesiánicos, deseo, confianza, paciencia, compromiso, alegría, profecía, liberación' ¿Cuántas veces? Es claro que corremos el riesgo de caer en el tópico, la rutina, en palabras desgastadas que nada dicen. Ya no albergan la suficiente pólvora o mística.
Tres compañeros
Pedagógicamente, comenzamos contemplando los tres centinelas del Adviento.
Isaías
En él están muy claros los motivos de esperanza, aun en tiempos difíciles. Proclama una certeza firme: vendrá el ungido de Dios. "Tened ánimo, no temáis. Mirad que viene vuestro Dios". Tras los días amargos del destierro y la cautividad que sufrió su pueblo, llega la esperanza: quedará un resto, este pueblo seguirá feliz. Y la garantía está en el Mesías que vendrá.
Un mensaje así de esperanza es siempre un estímulo para la confianza. Isaías es el profeta del Enmanuel, del Dios con nosotros: "Una Virgen concebirá y panra un hijo, Enmanuel". Existe un horizonte: pasar de la Babilonia terrible y pecadora a la Jerusalén nueva.
Juan el Bautista
"Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres", canta la liturgia. "El pueblo estaba en espera y se preguntaba si no sería él el Cristo", dice el evangelista (Lc 3,5). "Alguien es más gran de que yo y está viniendo" previene el Bautista. El testimonio de su vida hace más puro y convincente su mensaje: su vestido y comida, la miel silvestre y el pelo de camello, responden bien a su mensaje penitencial.
El mensaje es exigente: "Cambiad de vida". Pero vale la pena una exigencia cuando se anuncia algo valioso. Lo hacía en un lenguaje sencillo. Con citas bien conocidas de todos: caminos que hay que preparar, senderos que hay que allanar.
y María
"La Virgen esperó con inefable amor de Madre". María es nuestra mejor compañera de la espera. Adviento es el tiempo de María; no por motivo devocional sino desde el corazón del misterio. Ella es la Madre encinta del que va a venir, es la mujer con su seno colmado de Dios. En Adviento celebramos la Inmaculada, la imagen de la Iglesia, "Llena de juventud y de limpia hermosura".
Tres dimensiones
El Adviento es recordar, vivir y esperar.
Cristo ya ha venido, viene hoy y vendrá al final. Encarnación, Pascua y parusía. Nosotros ya estamos introducidos en el corazón del misterio, Dios está aquí, pero la plenitud llegará en lo que llamamos la Parusía, la venida al final de los tiempos. Vivimos en tensión hasta el final. Un doble sentimiento cruzado recorre el Adviento:
Vivimos el gozo del nacimiento del Señor. .. pero en dimensión penitencial, de conversión, preparando el camino a su venida. Vivimos la exigencia ante la Parusía … pero en la espera gozosa del que grita: "Ven, Señor".
Al fondo de esta tensión personal y de la Iglesia, sorprendemos otra venida singular. El Salvador viene cada día a nuestro mundo. Podemos ejemplificar: viene, ante todo, en la Eucaristía; viene en los apóstoles, la Iglesia; viene en tantos hombres y mujeres con los que nos encontramos cada día; viene cuando amamos y servimos a los otros; viene, como en el testimonio del Bautista: cuando "los cojos andan, los ciegos ven".
Tres luces de espiritualidad en Adviento
Esperanza
Es un seglar cristiano, gran humanista, quien afirma: "La vida del cristiano es y tiene que ser vida de esperanza. Esta esperanza adoptará muy diversas figuras: será impaciente y conturbada cuando los hombres entiendan demasiado literalmente ciertas expresiones (bíblicas) … Confortará serena y luminosamente el alma de los santos, a lo largo de su existencia terrena … Quedará, en ocasiones, obnubilada por la espera de tal o cual realidad temporal… Cederá paso, si alguna vez desfallece, a la congoja y a la desesperación. Pero nadie podrá llamarse cristiano sin sentirla de algún modo en el fondo de su ser" (Laín Entralgo).
Sin embargo, con frecuencia nos atenaza la sospecha. ¿Cómo es posible seguir esperando? ¿No estamos rodeados de injusticias, derrotas y fracasos? ¿No sería más lógico vivir escépticos, amargados, ensimismados? El hombre postmoderno desconfía de los grandes sistemas de la razón. El progreso que se las prometía tan felices no ha eliminado las enfermedades, angustias e injusticias entre los hombres. Consciente o inconscientemente, se recurre a la "burbuja" superficial de vivir y refugiarse en sucedáneos: TV, internet, frivolidades …
Pero siempre es posible la esperanza.
Hay gente buena que vence al poder tenebroso de la maldad, y anticipa la parusía. Son los que nos ponen alas cuando nos llega el decaimiento. Frente al desencanto, nos convocamos a ideales colectivos. Visitaba el P. Kolvenvach a los jesuitas de Centroamérica y les picaba: "Dicen de vosotros que sois comunistas y marxistas". "Usted cree, padre General -le responden-, ¿que seríamos capaces de morir por Marx?".
Conversión
¿Cuántas veces lo escuchamos en Adviento? El Señor ha venido, pero le esperamos; Cristo, a la vez, presente y ausente. Esta es la historia. Está, pero no de forma definitiva, acabada. Muchos no le conocen. Muchos le conocemos pero todavía no es el único señor de nuestras vidas. Esta es la raíz de nuestra conversión: no todo está cumplido, estamos en camino. De esta manera, la conversión es una exigencia, pero también es motivo de paz espiritual: estamos en camino … no nos atormentemos por no lograr ya al ideal.
Salvación
Nosotros recibimos la salvación de Dios … y somos instrumentos de salvación. La esperanza del cielo, lejos de alienarnos en la transformación de las cosas, es un impulso y acicate en la transfiguración del pecado y la injusticia. Anticipamos ya aquí lo que tendrá su esplendor en el cielo. Sin angustias, pero con interés, nos diremos muchas veces: ¿Somos los hombres y mujeres de Iglesia sacramento de la presencia salvadora de Jesús? Como al Bautista, muchos nos preguntan: "¿Eres tú?". Y ojalá que nosotros podamos responder, como él: los cojos andan y los ciegos ven … y los oprimidos de la tierra tienen quien los redima.
Adviento es esperanza. Un anciano subió a las cumbres del Himalaya. Todos se extrañaban del prodigio. Alguien apuntó la respuesta verdadera: "Subió con sus pies a las cumbres porque su corazón subió primero". Esperaba.