Déjame hoy irrumpir en alabanzas ante el anuncio de que está ya cerca el Señor. Déjame permanecer atento, por si llega el que espero, y llama a mi puerta quedamente. No deseo incurrir en distracciones, si se oyen ya los cánticos al alba.
Si hasta ahora he permanecido atento, no me distraigas con más noticias, cuando deseo celebrar el encuentro con mi Dios. Mira que está por llegar de un momento a otro el mismo Hijo del Eterno.
Quiero quedar silencioso muy adentro, porque sé que no se hace por fuera el hallazgo del amor verdadero. Quiero sentir de verdad el nacimiento del anunciado por reyes y profetas, por el mismo cielo desde antiguo.
Sé que el amor es más intenso en la espera que en el encuentro. Pues mientras llega, nada se consume, y cuando se tiene entre las manos, asalta el temor de perderlo, y asoma al mismo tiempo la nostalgia, la sombra de su huída.
Hoy quiero esperar el acontecimiento de quien es el Amor imperecedero, Aquel que no produce nostalgias a su paso y llena el corazón de sentimiento.
Hoy quiero, enamorado, entonar por dentro la canción, por si llega el que más amo. Que me encuentre así, contento, esperando con la melodía en los labios y el embeleso, mientras canto: “Ven, Señor. Ven, no tardes más”.
Si quieres únete a mi canto y a mi espera.