La complejidad del ser adulto, inevitablemente, mata la ingenuidad de la niñez. Y es verdad también en lo referente a nuestra fe. No que nuestra fe sea una ingenuidad. No lo es. Pero nuestra fe necesita ser constantemente reintegrada en nuestras personas y armonizada de nuevo con nuestra experiencia de vida; de otra manera la descubriremos en desacuerdo con nuestra vida. Pero la fe genuina se puede mantener por encima de toda experiencia, sin importar su complejidad.
Tristemente, esto no siempre pasa y mucha gente, aparentemente, deja su fe detrás, como la fe en Santa o en el Conejo de Pascua, según la complejidad de sus vidas adultas aparentemente contradice e incluso avergüenza su fe infantil.
Pensando en esto, recomiendo un libro reciente, My Utmost, A Devotional Memoir (“Mi máximo, una memoria devocional”) escrito por Nacy Halford. Se trata de una joven, unos 30 años, escritora, trabajando en París y Nueva York y es una narración autobiográfica sobre su lucha como conservadora cristiana evangélica para conservar su fe en medio de los muy liberales, sofisticados, altamente secularizados y a menudo agnósticos círculos dentro de los que actualmente vive y trabaja. El libro narra su lucha por mantener una fuerte fe de niña que está virtualmente injertada en su ADN, gracias a una madre y abuela muy creyentes. La fe y la Iglesia anclas en su vida según iba creciendo. Pero su ADN también sostuvo algo más, a saber, la inquietud y la tensión creativa de un escritor, y una irreprimible energía natural que la condujo más allá de los seguros y acorazados círculos eclesiales de su juventud, en su caso, círculos literarios en Nueva York y París.
Pronto descubrió que vivir la fe mientras uno se encuentra rodeado por un fuerte grupo de apoyo a la fe es una cosa, y tratar de vivir respirando un aire casi exclusivamente secular y agnóstico es otra. El libro es una crónica de dicha lucha y narra también cómo eventualmente fue capaz de integrar la pasión y la visión de su fe infantil en su nueva vida. Entre muchas ideas, comparte cómo cada vez que se sentía tentada de cruzar la línea y abandonar la fe de infancia como ingenua, se daba cuenta que su miedo a hacerlo “no era el miedo a destruir a Dios o una creencia; sino el miedo a destruirse a sí misma”. Esta idea testimonia el carácter genuino de su fe. Dios y la fe no nos necesitan; somos nosotros los que los necesitamos.
El título de su libro, My Utmost, (“Mi máximo”) es significativo para su historia. En su 13 cumpleaños, su abuela le regaló una copia de un libro que es bien conocido y muy usado dentro de los círculos evangélicos y baptistas, My Utmost for His Highest, (“En pos de lo Supremo”) de Oswald Chambers. El libro es una colección de aforismos espirituales, pensamientos para cada día del año, de este eminente misionero y místico. Halford comparte cómo, mientras era joven y estaba sólidamente anclada a la iglesia y a la fe de su infancia, no leía este libro diariamente y los consejos espirituales de Chamber no significaban mucho para ella. Pero la lectura de este libro se convirtió en un ritual diario y sus consejos diarios comenzamos, más y más, a convertirse en el prisma a través del cual pudo integrar su fe de la infancia con su experiencia de mujer adulta.
En un cierto momento de su vida se entrega a un estudio serio de la teología del libro y de su autor. Esta parte de sus memorias podría intimidar a alguno de sus lectores, pero, incluso sin una compresión teológica clara de cómo ella armoniza todo esto, el fruto de su lucha aparece con claridad.
Esta es una valiosa memoria porque hoy mucha gente vive en medio de esta clase de lucha, esto es, tener la fe de la infancia activa en su experiencia presente. Halford simplemente nos enseña cómo lo hizo y su lucha nos ofrece un valioso paradigma para seguir.
Hace una generación, Karl Rahner, hizo el famoso comentario de que en la próxima generación seremos místicos o increyentes. En medio de otras cosas, lo que Rahner quiere decir es que a diferencia de generaciones anteriores donde nuestras comunidades (familia, vecindario, y la iglesia) ayudaban mucho a llevar adelante una vida de fe, en la próxima generación tendremos que encontrar nuestro profunda y personal cimiento para la fe. Macy Halford soporta esto. Dentro de una generación en la cual hay muchos increyentes, sus memorias establecen un camino para un humilde pero eficaz misticismo.
El novel escritor irlandés, John Moriarty, en sus memorias, comparte cómo un hombre joven vive a la deriva desde la fe de su juventud, el catolicismo romano, al verlo como una ingenuidad que podría no cuadrar con su experiencia adulta. El recorre este camino hasta que un día, en palabras suyas, “me di cuenta que el catolicismo romano, la fe de mi infancia, era mi lengua materna”.
Macy Halford definitivamente se reafirmó a sí misma y a su lengua materna, la fe de su juventud, y la sigue ahora guiando a través de todas las complejidades de su vida adulta. La narración de su búsqueda puede ayudarnos a todos, sea cual sea nuestra respectiva afiliación religiosa.
Foto: Macy Halford