No es ningún secreto que hoy estamos siendo testigos de una disminución masiva en la asistencia a la iglesia y, aparentemente, de una pérdida paralela de interés en la religión. La mentalidad tradicional, dentro de la cual nos preocupábamos, a veces obsesivamente, por el pecado, por ir a la iglesia, y por el cielo y el infierno, ya no tiene influencia para millones de personas. Un padre, preocupado por el estado religioso de sus hijos, compartió conmigo recientemente, "nuestras viejas preocupaciones religiosas nunca oscurecen sus mentes". ¿Qué se puede decir al respecto?
Ciertamente, puede que yo no sea la persona más adecuada para ofrecer este consejo. Tengo más de 70 años, soy un escritor espiritual cuyo interés principal de investigación y enseñanza se centra ahora mismo en la espiritualidad del envejecimiento, y soy un sacerdote católico romano, un miembro de una comunidad religiosa, que puede ser percibido como un simple representante de la religión y de la iglesia.
Pero, a pesar de eso, aquí hay algunos consejos sobre la fe y la religión para la generación de hoy.
Primero: Busca honestamente. La primera preocupación de Dios no es si vas a la iglesia o no, sino si eres honesto en tu búsqueda de la verdad y del sentido. Cuando el apóstol Tomás duda de la veracidad de la resurrección, Jesús no le regaña, sino que simplemente le pide que extienda su mano y continúe buscando, confiando en que si busca honestamente, finalmente encontrará la verdad. Lo mismo ocurre con nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es ser honestos, no mentir, reconocer la verdad a medida que se nos revela. En el Evangelio de Juan, Jesús establece una sola condición para venir a Dios: Se honesto y nunca te niegues a reconocer lo que es verdad, sin importar lo inconveniente que sea. Pero la clave es ser honesto! Si somos honestos, eventualmente encontraremos un sentido y eso nos llevará a donde tenemos que ir – quizás incluso a la puerta de una iglesia en algún lugar. Pero aunque no lo haga, Dios nos encontrará. El misterio de Cristo es más grande de lo que imaginamos.
Segundo: Escucha lo más profundo en tu interior. El alma es un bien precioso. Asegúrate de respetar la tuya. Respeta la voz dentro de tu alma. Más profunda que las muchas voces tentadoras que oís en el mundo y que os llaman en todas direcciones, es una voz dentro de vosotros que, como una sed insaciable, os recuerda siempre la verdad de esta oración de san Agustín: Nos has hecho para ti, Señor, y nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en ti. Mantente en contacto con esa voz. La oirás en tu inquietud y, en palabras de Karl Rahner, te enseñará algo que al principio es difícil de soportar pero que finalmente te hará libre: En la tormenta de la insuficiencia de todo lo que se puede lograr, aprendemos finalmente que esta vida es una sinfonía inacabada.
Tercero: ¡Cuidado con la masa! En los Evangelios la palabra "multitud" es casi siempre peyorativa. Por una buena razón: Las multitudes no tienen mente y la energía de una multitud es a menudo peligrosa. Así que ten cuidado con lo que Milan Kundera llama "la gran marcha", es decir, su propensión a ser liderada por la ideología, el pensamiento de grupo, la última moda, la persona o cosa popular, el falso sentimiento de estar en lo cierto, porque la mayoría de la gente se siente de esa manera, y las presiones sociales que vienen tanto de la derecha como de la izquierda. Sé fiel a ti mismo. Sé el profeta solitario que no teme estar solo en el mundo exterior. Sueña. Sé idealista. Protege tu alma. No la regales a precio de ganga.
Cuarto: No confundir la fe con la Iglesia – pero no descartes a la iglesia demasiado rápido. Cuando preguntan a los que no son creyentes hoy en día por qué no lo son, sistemáticamente, su respuesta es: "Ya no creo". Pero, ¿qué es eso en lo que ya no creen? Lo que ya no creen no es en realidad la verdad sobre Dios, la fe y la religión, sino más bien lo que han oído sobre Dios, la fe y la religión. Aclara esto y descubrirás que tienes fe. Además, no descartes las iglesias demasiado rápido. Tienen deficiencias reales; no te equivocas al respecto, pero siguen siendo el mejor GPS disponible para ayudarte a encontrar tu camino hacia el sentido. Son una hoja de ruta elaborada por multitud de exploradores que han recorrido el camino antes que tú. Tu puedes ignorarlos, pero entonces mantente atento a la suave voz de Dios que a menudo dice: "Recalculando". Dios te llevará a casa, pero las iglesias pueden ayudarte.
Cuarto: No te olvides de los pobres. Cuando tocas a los pobres, tocas a Dios y, como dice Jesús, en el día del juicio seremos juzgados por cómo servimos a los pobres. Entrégate en alguna forma de altruismo, sabiendo, como dice Jesús, que no son los que dicen Señor, Señor, los que van al cielo, sino los que sirven a los demás. En su búsqueda, tu necesitas obtener un carta de recomendación de parte los pobres.
Quinto: Busca entre tus contemporáneos un modelo que te inspire. Jean Vanier, Henri Nouwen, Thomas Merton, Dorothy Day, Oscar Romero, Dietrich Bonhoeffer, Simone Weil, Etty Hillesum, y Dag Hammarskjold, entre otros – todos han afrontado tus problemas.