El amor o es para toda la vida o no es amor… El amor es ciego… El amor hace iguales… Estas son viejas afirmaciones de hondura. Pero parece que han pasado de moda. Resulta que el amor se ha vuelto líquido o incluso gaseoso. El amor es algo provisional, es aventura, es un sentimiento frágil. No es paciente. En nuestra sociedad desapasionada hasta el amor ha dejado de ser una gran pasión. Romeo y Julieta son de otro tiempo. Y no digamos ya Aberlardo y Eloísa. Y el amor cortés. Y el amor gentil. Y el amor romántico.
Los guapos se enamoran de las guapas; los ricos de los ricas; las artistas de los artistas. Las que tienen dos carreras y dominan tres idiomas se casas con los listos. La diversidad aparece como una amenaza y un peligro. Hay que tener en cuenta las diferencias de edad, de cultura, de ideología política, de actitud vital. Resulta sospechoso que uno de 50 se enamore de una de 30; y lo mismo que una de 20 se enamore de uno de 40. Te enamoras, convives, tal vez te casas, y, dentro de pocos años, te preguntas: ¿Cómo he podido hacerlo? ¿Qué habré visto en esta persona? ¿Cómo me atrajo y me sedujo si ahora lo que siento es indiferencia y rechazo?
El sentimiento más noble de la vida humana se está trasformando también en nuestra sociedad. Da la impresión de que ha dejado de ser duradero. No resiste el desgaste de la convivencia ni las dentelladas del tiempo que acelera la vida. Pero sigue siendo verdad que al sentimiento del amor está vinculada la expectativa de felicidad: ¿También ésta se modifica? ¿Hemos perdido capacidad de amar, es decir, capacidad de aspirar a ser auténticamente felices? ¿Se ha perdido la pasión del amor? ¿Ya no hay grandes historias de amor, dramáticas, trágicas incluso? ¿Ya no hay historias de amor capaces de saltar los obstáculos, de traspasar las barreras culturales y sociales? Las historias de amor capaces de redimir a la persona amada, ¿son solo argumento para novelas y películas?
Lejos de las apariencias, todos conocemos heroísmos de amor en la vida cotidiana. Tal vez son poco visibles. Pero están ahí. Se dan entre esposos. Abundan entre padres e hijos, y también hijos y padres. Muchas historias de amor: de amor pastoral, de amor solidario, de amor misionero, de amor místico. Y duran y duran en el tiempo.
Si es verdad que el éxito de una vida consiste en la felicidad y esta reside en el amor, es sabio responder con frecuencia a preguntas como éstas: ¿Cómo es mi potencial de amor? ¿Me enamoro simplemente de estar enamorado? ¿Me enamora el amor? ¿Me enamoran las personas concretas, las grandes causas, las artes y las letras?
¿Es mi historia de amor una historia potente? ¿He matado en mí la pasión del amor sea por miedo, por comodidad, por egoísmo, por la decepción de los amores vividos?