CADA vez son más los casos en los que se detectan claros signos de desorden mental en los adolescentes. Por debajo de las conductas de los adolescentes están elaborándose estructuras anormales de la personalidad: Conductas disociales que atacan la norma y los límites hasta tal extremo que ya tenemos casos en los que graban su propio suicidio y lo cuelgan en Internet, por no hablar de las bandas que, en un claro descontrol de sus propias emociones, asesinan, seguramente, a la que había sido amiga de ellos.
El desorden mental de los adolescentes está claramente influenciado, salvo aquellos casos de enfermedad de origen genético, por los influjos tan desfavorables que los adultos
estamos transmitiendo desde diferentes sectores. Su ocio gira excesivamente hacia el juego violento y es que muchos de los jóvenes buscan apoyo y seguridad en este perfil, aceptándolo como el mejor amigo «virando» consecuentemente hacia conductas antisociales. Los adolescentes son un fiel reflejo de las conductas que aprenden. Imitan nuetras propias fuentes de motivación, ilusión y alegría pero también la forma que tenemos
de resolver conflictos, de manejar nuestros propios impulsos agresivos, de cómo gestionamos la rabia de las insatisfacciones que genera la propia vida así como nuestros hábitos cotidianos, horas de descanso de comer, hasta nuestras propias dietas…
¿Qué les sucede a los adolescentes? Tenemos un elevado porcentaje de ellos que sistemáticamente están abonados a la amenaza, al desafío. Proyectan sus propios miedos a los más débiles, sin conectar ellos mismos con la propia fragilidad de su personalidad. En el fondo, son personalidades inseguras, con baja autoestima; que buscan de forma anormal un lugar en los grupos, llegando a desarrollar conductas altamente peligrosas para su salud mental. Hay trastornos de conducta que están derivando en trastornos de personalidad. Conductas evolutivas en la adolescencia -como puede ser el oposicionismo-, derivan en posturas retadoras que llevan al adolescente a un estado de ideación, de irrealidad. Aparecen pérdidas de noción de la realidad lo que, en el caso de la rivalidad mal resuelta, significa tanto como pretender que sea lógico martirizar y hasta matar a quien se dice amar.
Los trastornos de la alimentación también son una respuesta del cuerpo a tantos desajustes psíquicos, dado que el primer síntoma es la anorexia mental: adolescentes que se niegan aceptar normas, que desafían el límite y que en posiciones extremas les origina enfermedad.
Nos encontramos así con chicos que no dominan la rivalidad, la agresividad, la envidia… Tienen graves dificultades para tolerar sus propias insatisfacciones personales. El adolescente desea ser tenido en cuenta. Debemos ser ejemplares con nuestras propias conductas porque el adolescente está reaccionando ante lo que está viviendo y busca desaforadamente lo que internamente necesita: escucha, comprensión y límites.
Psicopedagogo, Psicoterapeuta Clínico