Ante el Crucificado

Amigo y hermano, Jesucristo,
hemos llegado al pie de esta cruz en que expiras,
para contemplarte y para escucharte en silencio.
Para verte clavado en ese madero
que se agiganta a nuestros ojos,
que surge de los abismos
y traspasa los cielos.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Tu cuerpo llena todos los espacios
y rompe todos los confines.

Hemos venido para oír tu voz
que resuena como un grito silencioso
en el corazón de todos los seres.

Abrimos los ojos y los oídos
para llenarnos del ti
y hacemos silencio en nuestro interior
para que la única Palabra
no encuentre interferencias
de falsos mensajes,
de ruidos importunos.

Estamos aquí desconcertados,
asombrados,
sin entender nada,
como un niño ante su padre muerto.

No queremos pensar.
No nos importa comprender.
Nos basta mirar y ser mirados.
Nos basta tu presencia.

Sólo queremos que en la retina
de nuestros ojos
queden grabados los tuyos;
que la luz que irradia tu rostro
ensangrentado, desfigurado, profanado,
vaya calando lentamente
nuestro corazón.

Amén.