Antes de Navidad

Tú, Dios del tiempo
nos tienes esperando.
Quieres que esperemos
el momento justo para descubrir
quienes somos, dónde debemos ir,
quienes estarán con nosotros y qué debemos hacer.
Gracias… por el tiempo que nos concedes para esperar.
(JPG)Tú, Dios de los espacios
nos tienes mirando.
Quieres que miremos los lugares buenos y equivocados
para ver si hay señales de esperanza
y gente desesperanzada
si hay visiones de un mundo mejor que seguirán
entre los desengaños del mundo que conocemos.
Gracias… por el tiempo que nos concedes para mirar.

Tú Dios y Amor,
nos tienes amando.
Quieres que seamos como Tú:
que amemos a las personas que no tienen amor,
a las que son imposibles de amar,
que amemos sin celos ni amenazas,
y, lo más difícil de todo
que nos amemos a nosotras mismas,
a nosotros mismos.
Gracias… por el tiempo que nos concedes para amar.

Y en todo esto nos guardas.
Ante las preguntas difíciles que no tienen respuestas fáciles,
cuando fracasamos allí donde esperábamos triunfar,
cuando nos aprecian allí donde nos sentimos inútiles.
Y, pacientes, soñadores y amando,
con Jesús y su Espíritu. Tú nos guardas.

Gracias….. por el tiempo que nos concedes para aguardar Ahora y por siempre. Amen.

(Sal 27, 40, 62, 63; Is 2, 1-9; 40,, 28 -31)

En la cueva de nuestros corazones….
En el tejido de nuestras vidas…..
En el alma de nuestro mundo……

Cristo, Tú sigues naciendo.


Cada ser humano tiene su cueva, un lugar interior escondido, donde Dios quiere nacer. En la cueva del corazón podemos encontrar la Sabiduría, nos entregamos a las sombras del no-saber, cuando nos abrimos a Dios. Nos encontramos con Dios que nos acompañará en el misterio y la oscuridad. También nos ayuda a descubrir lo que está más allá de la cueva. La cueva del corazón no es un lugar permanente, sino un refugio en el camino. El Adviento es un momento bueno para entrar en la cueva, contemplar las imágenes en los muros de esta cueva, encontrar a Dios en los detalles de nuestra vida, como seres humanos en un mundo interconectado, y luego salir con sabiduría nueva para, con Dios, recrear el mundo.

El entrar y salir de la cueva del corazón es un camino de iniciación. Lo que se va gestando durante las etapas de introspección, al final nace y nos saca de la cueva. Nos empuja hacia su umbral. El proceso nos enseña que cuando creamos, nos recreamos a nosotras mismas como personas. El proceso nos cambia, hace que surjan cosas que no sabíamos que existían; nos conduce a caminos y lugares que no habíamos previsto. Cuando alumbramos sueños, ideas, relaciones y nuevas maneras de vivir, nacemos y renacemos en el ciclo de la creación.

Lo que escogemos,
nos cambia

A quienes amamos,
nos transforman

En la medida en que creamos
nos vamos recreando
El lugar donde vivimos,
nos remodela.

Así que en todo lo que escogemos
Cristo, haznos hombres y mujeres sabios.

A la hora de amar,
haznos valientes