Las fotos hablan y con varios lenguajes sin necesidad de palabras. Hablan la expresión de las caras, la luz, las sombras, los vacíos. En esta foto hablan sobretodo los ojos de la niña negra. Hablan su mano apoyada sobre el muro de cemento del rechazo del diferente. Habla la expresión de su cara mezcla de sorpresa y de sufrida paciencia.
Sobre la foto está escrito, por la mano de un adulto, podría ser por la de su padre o de su madre: "Aparta tu racismo del camino, que quiero pasar con mi color". Es una reafirmación de su voluntad de querer ser lo que es, sin ocultarlo, sin tener que pedir perdón. No pide perdón, ni dice "Por favor, déjame pasar, aunque sea negra".
No. Es una afirmación de identidad. El racismo está en los otros. Ella se siente hija de la Tierra, como todos. El racismo está en nosotros. Con delicadeza y firmeza a la vez, nos pide: "Aparta tu racismo", aparta este muro de cemento, espejo de tu discriminación. Y añade "que quiero pasar con mi color". No quiere que se la deje pasar con compasión, como olvidándose de que es negra, diferente. No. Quiere ser lo que es: negra. Quiere ser aceptada como es: con su piel de azabache.
No pide compasión, ni que se cierren los ojos para ver su cara como es. Quiere que la miremos y la aceptemos con su originalidad, con el color de su piel y la dignidad de su alma.
La foto y las palabras escritas sobre ella me han hecho pensar al drama de los emigrantes que a veces tienen que mimetizarse, obligados a no aparecer lo que son, por miedo a no ser aceptados junto con su orginalidad y diversidad. Ellos también podrían decirnos: "Apartad vuestro racismo", vuestros prejuicios hacia nosotros, vuestras mezquinas excusas para excluirnos de vuestra mesa de Europa.
Podrían decirnos: "Queremos pasar con nuestro color, con nuestra fe, con nuestra cultura, aunque no sea la vuestra. No queremos que nos acepteis castrados, sino con nuestra integridad de diferentes.
Europa, y el mundo en general, ha conseguido derribar varios muros. Hemos logrado grandes batallas en favor de la libertad y de la democracia. Hemos ensanchado nuestro horizonte cultural. Y sin embargo, queda aún inquebrantable el muro del racismo hacia el diferente, al emigrante, como si no fuésemos todos hijos de la diferencia, mezcla de todo lo existente, pan amasado con harinas de mil cereales, nómadas en un Planeta que es de todos y que sólo nuestros miedos al otro, nuestras mezquindades, nuestras avaricias, nos han empujado a levantar fronteras y acuñar pasaportes.
En la Europa que querríamos reconstruir porque se nos desmorona, esa niña negra, de ojos dulces y tristes a la vez nos avisa: "Apartad vuestro racismo, vuestros miedos a los que de fuera queremos vivir con vosotros y dejadnos vivir con nuestro color, con nuestra identidad. Si nos cerrais las puertas, si nos poneis en la calle, si no barreis de vuestras fronteras, os estareis construyendo un muro en el que quizás, infelices y amargados, quedareis solitarios y atrapados para siempre.
"Dejadme pasar con mi color". Sin que tenga que pedirlos "por favor". Porque el favor os lo hacemos nosotros que os llevamos sangre y cultura nuevos.Y brazos para trabajar. A veces para trabajar en lo que vosotros ya nunca lo haríais. "Apartad, por Dios, vuestro racismo". Nos lo dice con sus ojos de miel la niña negra de una foto que, más que hablar grita, aunque su grito se encuentre escondido en los pliegues del dolor ancestral de todos los excluidos de la Tierra.
Queremos ser lo que somos