La cuestión de los “valores de la familia” ha dividido, desde hace mucho tiempo, a liberales y conservadores. Constituye una línea divisoria ideológica, que determina qué periódicos leemos, qué programas de televisión vemos, qué chistes contamos, qué círculos sociales frecuentamos, por qué partido político votamos, y, a veces, incluso a qué Iglesia asistimos.
Y el tema da color al debate sobre muchas cosas: el matrimonio entre personas del mismo sexo, sexo y violencia en la televisión, aborto, la idea tradicional de familia como heterosexual y compuesta por padre y madre, el papel de las mujeres en la sociedad, el papel de la esposa en el matrimonio y en la familia, el lugar de la maternidad, en qué consiste la pornografía, qué se deberá permitir bajo el derecho de libre expresión, educación sexual en las escuelas, oración en las escuelas, censura, lugar de la religión en la política, y si se debiera permitir o no a la sociedad imponer estructuras que protejan los valores tradicionales.
Sin tener en cuenta lo que cada uno siente sobre estos temas, lo que parece ahora evidente es que hay una clara conexión entre el fracaso y desintegración de la familia y el aumento de la delincuencia juvenil, del crimen, drogadicción, suicidio, violencia en general, intimidación en las escuelas, embarazo de adolescentes, crisis nerviosa de la personalidad, formas de mala educación y debilitación de las comunidades cívicas. La vida familiar es importante; y su fracaso tiene consecuencias reales y mensurables.
Pero, aun estando de acuerdo en esto, los conservadores y los liberales disienten más o menos sobre la constitución del problema y sobre lo que se debería hacer frente al mismo. ¿Por qué está la familia en apuros?
Los conservadores perciben que la familia está en apuros a causa de nuestra indolencia para afrontar ciertas cuestiones: sexo y violencia en la televisión, acceso a la información sin acompañante en internet, la existencia de familias no-tradicionales, matrimonios entre miembros del mismo sexo, pornografía, oposición a toda clase de censura, promiscuidad sexual, infidelidad matrimonial, y un desprecio, aceptado culturalmente, del respeto, del buen gusto y de las buenas formas de educación. Lo que se necesita para poner freno a esta situación -así creen ellos- es coraje para resistir y desafiar esos fenómenos. Los conservadores creen que los valores de la familia deberían ser respaldados cultural y políticamente.
Algunos grupos conservadores van más lejos y echan la culpa de la crisis de los valores de la familia especialmente a ciertos grupos y a ciertas ideologías: el grupo de presión “gay”, madres solteras, madres trabajadoras, beneficiarios de la seguridad social, movimiento feminista. Pero la honestidad nos impulsa a admitir que, cuando nuestros matrimonios se quiebran y nuestras familias se rompen, normalmente el problema no depende del feminismo, de los matrimonios entre miembros del mismo sexo o de las madres solteras.
Casi siempre existen otras razones, más cercanas a nuestro hogar, como por qué nuestras relaciones entre los miembros de nuestra familia se deshacen. Sin embargo los conservadores tienen razón en su afirmación de que hay que proteger a la familia cultural y políticamente.
Los liberales, lamentablemente, han tardado demasiado en admitir tanto la importancia de la familia como su necesidad de protección. Quizás se ha debido a una sobre-reacción contra ciertos excesos de la agenda conservadora sobre valores de familia, pero la verdad es que muchos liberales sencillamente han renunciado a su responsabilidad en esta cuestión. Así mismo, los liberales han tendido a ser ingenuos en cuanto a los efectos negativos sobre el matrimonio y sobre la familia, procedentes de la infidelidad matrimonial, del sexo irresponsable y fácil, de la exposición negativa de los niños y adolescentes a la televisión y a internet, y del entontecimiento y vulgarización de gran parte de la industria de la diversión y del espectáculo.
Pero los liberales han tenido mucha razón en algo diferente: el ángulo muerto de los conservadores en esta cuestión, el impacto de la economía en los valores de la familia. Mientras los conservadores han tratado de proteger cultural y políticamente los valores de la familia, los liberales han intentado protegerlos desde la economía.
Un buen número de estudios, incluyendo uno muy citado de Anna Greenberg, apunta que el mayor reto al que se enfrentan las familias hoy es que sus miembros no se dedican suficiente tiempo mutuamente. Ocurre así especialmente a los padres que nunca tienen tiempo suficiente de brindar a sus hijos la atención que necesitan. Y ¿por qué no hay tiempo suficiente? ¡Demasiada presión del lugar del trabajo! Demasiadas familias se encuentran en una lucha interminable y arrolladora en busca del sueldo adecuado, de la correcta asistencia médica y de salud, de una vivienda decente, de acceso a una educación digna. Esa lucha constituye una conspiración virtual contra la vida de la familia. La gente trabaja cada vez más horas, y, en consecuencia, cada vez tiene menos tiempo para la familia. La presión económica, quizás más que cualquier cambio cultural de actitudes, es el cáncer real que actúa en contra de los valores de la familia. Las presiones del trabajo y del mercado están matando a las familias.
Hay que proteger económicamente los valores de la familia -dicen los liberales-. Si valoramos la familia, tenemos que hacer los ajustes económicos necesarios, de forma que las madres puedan ser madres, los padres puedan ser padres, y las familias puedan tener el tiempo, la seguridad, la salud y la vivienda que necesitan para vivir como familia. Esos ajustes no fluyen de una agenda económica conservadora.
Pero hay buenas noticias: Los conservadores y los liberales, especialmente los que intentan criar correctamente a sus hijos, están cada vez más comenzando a ponerse de acuerdo sobre el valor de la familia. Por desgracia, todavía tienden a disentir en qué es necesario realmente para proteger a la familia.
Los conservadores tienen razón cuando dicen que los valores de la familia deben protegerse política y culturalmente, pero los liberales también tienen razón cuando dicen que hay que proteger a la familia económicamente.
El tema de la familia es demasiado importante como para dejar que la ideología nos divida. Tenemos que aprender unos de otros que la familia y sus valores deben ser protegidos tanto de forma conservadora como de forma liberal.
publicada el 29-05-2005)