Mirando al pasado podemos ver cómo era la familia romana. El paterfamilias tenía el poder absoluto y era dueño de hijos, mujer y esclavos. Vino después la familia patriarcal. El padre tenía el poder, aunque ya no era tan absoluto como en tiempos romanos. Eran familias extensas, convivían abuelos, padres, hijos, nietos, sirvientes… Los hijos eran educados un poco entre todos y, cuando tenían once o doce años, pasaban a ser educados por los padres para las artes de la guerra, la agricultura o la artesanía.
En el siglo pasado se puso como modelo que la mujer, si era posible, atendiera a los niños. Los roles se perfilaron. Para el hombre el ganar el sustento y las relaciones exteriores, para la mujer el «reino« de la casa, la vida recogida. La figura del padre seguía imperando pero la madre ganó un lugar preeminente, siempre, claro, dentro del hogar. Los abuelos, por lo general, aún vivían en casa y eran considerados con respeto.
Luego, vino la familia nuclear, la pareja y los hijos. Los abuelos quedaron relegados a un segundo lugar y poco a poco, los roles fueron cambiando. Las mujeres empezaron a estudiar y a trabajar. Ahora los dos trabajan fuera y las tareas de la casa, al menos como ideal, han de ser compartidas por los dos. Esto es lo que aún predomina, con la salvedad de que se ha echado mano de los abuelos, que se jubilan aún jóvenes y, hasta que envejecen de veras, ayudan supliendo lo que los padres o las madres no pueden hacer.
Muchas parejas se han separado. Esto no quita, sin embargo, que padre y madre no asuman, en muchos casos, la responsabilidad de los hijos: «Que nos separemos, argumentan, no priva a nuestros hijos de tener un padre y una madre que los quiere y los atiende». No es el ideal ciertamente, pero hay que reconocer que los niños se adaptan con más facilidad de lo que suponíamos.
De la época de los sesenta en que los hijos marchaban pronto de casa, los más inquietos para vivir en una comuna, no queda ya nada. Los hijos, en gran parte porque las circunstancias no les permiten montarse un piso, en parte porque los problemas generacionales han disminuido, siguen en casa hasta los veinticinco o treinta años, con una libertad que ni en sueños podíamos imaginar hace treinta años. Los padres se han adaptado y los hijos también. Las tensiones casi han desaparecido.
Hay un modelo único de familia? Yo supongo que hay muchos y diversos modelos. Cada uno con sus virtudes y sus defectos. De lo que se trataría, en este año precisamente, es de hacer hincapié en los valores más esenciales. Por ejemplo, ahí va una sugerencia: que cada uno sienta la familia como el lugar donde se es querido y donde tiene un puesto irremplazable, único. Un lugar donde cada miembro es alguien a tener muy en cuenta: los abuelos, los padres, los jóvenes, los niños. Un lugar donde uno puede encontrar reposo y fuerza para vivir la vida.