Madre y Señora nuestra,
aquí nos tienes
cada día más gozosos
de sentirnos y proclamarnos hijos tuyos.
Ayúdanos a cruzar el desierto
en las noches de frío,
fija la mirada en tus ojos
que arden
como lámparas votivas
alumbrando el más profundo centro
de nuestra alma.
Ya sabes que somos pobres,
e ignorantes
y que no sabemos amar;
enséñanos a aprender como tú
la verdadera sabiduría
en la escuela de tu Hijo.
Guía nuestros pasos
y fortalece nuestro espíritu
para que no vacilemos
en caminar contigo
humildemente
hasta el corazón de Dios,
tu patria y la nuestra,
tu hogar
y el de todos y cada uno de tus hijos.
Amén.
