Belleza del matrimonio

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.El clima primaveral con el nacimiento de la vida, con sus perfumes y su luz, sintoniza nuestro cuerpo con las energías más positivas y vitalizadoras  de la existencia. Nos invita a salir de casa. Nos llama a la admiración y a la relación de la gente en actitud de disfrute. Si en esa situación acontece que te encuentras un matrimonio, de avanzada edad, cogidos de la mano, paseando su relación,  te nace un sentimiento especial de alegría y gratitud.

Tal vez tenemos la mirada educada para fijarnos por la calle en las personas adultas de semblante preocupado, en jóvenes desaprensivos, en adolescentes que gritan solicitando atención. Se hacen notar las parejas que pasean en silencio, o tal vez hablan con agria tonalidad. Encajan en el prejuicio de nuestra percepción según la cual  la relación matrimonial  se presenta como  quejumbrosa y áspera.

Por otro lado, los medios de comunicación y las revistas de corazón nos presenten imágenes deslumbrantes  de parejas. Toda clase de parejas que se muestran  admirables y deseables ante la noria hedonista de nuestros deseos, siempre hambrientos de caprichos. Pronto nos enteramos de cuánto “espectáculo”, cuánta apariencia y oropel. Exhiben sus monogamias sucesivas; su incapacidad para vincularse y dominar sus inmensos egos. En definitiva sus fracasos de relación amor, presentándolos como decisiones generosos y liberadoras.

Al escribir esto soy muy consciente de lo que nos recuerda el papa Francisco cuando nos dice que no tiene sentido quedarse en la denuncia retórica de los males actuales. Eso no cambia nada. Se trata, por el contrario, de presentar la belleza del matrimonio y de la familia. Y esa presentación tiene una dimensión doctrinal y normativa, pero sobre todo tiene una dimensión narrativa. Son los matrimonios que viven la belleza de su relación de amor en fidelidad creativa los que hacen atractiva esta forma de vida. Ellos muestran la energía vitalizadora de su historia de amor. Ellos viven el enamoramiento y la pasión, pero también la decisión de amar por encima de los sentimientos del momento. Hay muchísimos matrimonios así. Yo conozco a algunos. Tienen un encanto especial. Son una escuela intensiva de comunicación, de escucha y de ternura. Recuerdan, releen y renuevan su proyecto de vida juntos, su sueño de ser feliz cada uno ayudando a ser feliz al cónyuge. Son ejemplo de fortaleza y compromiso con sus hijos y nietos. Son capaces de discernir juntos, toman decisiones juntos. Tienen problemas de relación y aceptación, pero los enfrentan con constancia. Se enfadan y discuten. Se piden perdón y  se dan el perdón. Se echan mucho de menos cuando el otro está ausente. Y se alegran cuando vuelve a casa. Y hasta rezan juntos.

Desarrollan sus profesiones; pero no están enamorados de su puesto de trabajo ni de su éxito profesional; están enamorados de su cónyuge. Su matrimonio y su familia son los lugares humanos en los cuales encuentran la mayor felicidad. No los vemos en las pantallas de las televisiones. No suelen ser noticia. Pero son la permanente noticia de la belleza y esplendor del amor. Los encontramos en torno a los colegios y a las parroquias, y a los grupos de amigos y en los lugares de la solidaridad ayudando a otros, y formando grupo con otros matrimonios. Sin ellos darse cuenta, su vida de relación es una bendición para muchas personas. Incluso ellos verifican la afirmación bíblica de que todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

La sociedad entera y la Iglesia deben mucho a esta clase de matrimonios. Ellos son testigos de la belleza del amor para toda la vida. Ellos nos reconcilian con la vida y nos motivan para seguir creyendo en el amor.