Bienaventuranzas del Jueves Santo
Felices para quienes el Amor es el mayor tesoro, que da el sentido definitivo a su vida.
Felices quienes ponen el amor en práctica, sirviendo a los demás, siempre, sin tiempo, sin condiciones.
Felices quienes disfrutan haciendo felices a los demás.
Felices quienes descubren que la Eucaristía es un misterio transparente de fraternidad, de vida, de comunicación y de Presencia.
Felices quienes descubren que lo principal no es presidir, ni guiar, ni preservar su verdad, sino acompañar, comprometerse, descubrir la buena noticia junto a los humillados de la historia.
Felices para quienes es tan importante el pan de cada día, como el pan eucarístico, para que los más humildes tengan vida abundante.
Felices quienes descubren sus ministerios, su verdadera vocación en el camino de su existencia junto a los otros.
Felices quienes sienten que deben celebrar, como Jesús, la vida y la amistad, el recuerdo y el futuro, el dolor y la confianza en la cercanía del Reino.
Bienaventuranzas del Viernes Santo
Felices quienes ven en Jesús crucificado un ejemplo, una pasión, un compromiso, un desafío.
Felices quienes en la cruz descubren un camino, una búsqueda, un encuentro.
Felices quienes saben que el sacrificio personal es el sendero ineludible hacia la plenitud de su existencia.
Felices quienes han sido deslumbrados por la vida de Jesús y han decidido seguirle, cueste lo que cueste.
Felices quienes ayudan a quienes caen, quienes no les preguntan y les ayudan a levantarse.
Felices quienes acarician y secan el sudor y el dolor de los demás en el camino de su existencia.
Felices a quienes se les quedan marcadas en sus corazones las llagas, los rostros, las palabras, las estrellas de los crucificados.
Felices quienes denuncian las cruces de los demás, les ayudan a cargarlas cuando son inevitables y les ayudan a liberarse de la inhumanidad que conllevan.
Bienaventuranzas del Sábado Santo
Felices quienes no aspiran a ver, ni a creer, sino que acompañan, humildemente, con mucho amor.
Felices quienes llevan ungüentos, aromas, vendas y esperanzas a quienes esperan en sus tumbas diarias una nueva vida.
Felices quienes se asombran ante la luz, de un momento feliz, frente a un cielo azul.
Felices quienes no reconocen al Crucificado, pues se les mostrará diferente, alegre y Resucitado.
Felices quienes se sienten llamados a subir a Galilea, al mundo de los que son silenciados en vida.
Felices quienes avivan su esperanza tocando las llagas del Resucitado, aunque antes hayan experimentado el silencio, la incredulidad, la noche oscura de la confianza y la fe.
Felices quienes ahuyentan las tinieblas, quienes se apresuran para que surja la aurora, quienes salen de noche y llegan a la madurez del día.
Felices quienes contemplan el mar, las montañas, el cielo y se encaminan, a la vez, a la construcción feliz, humilde, gozosa del Reino.
Bienaventuranzas del Domingo de Resurrección
Felices quienes preguntan dónde, cuándo, en dónde: ellos y ellas encontrarán al final la respuesta que anhelan.
Felices quienes buscando dónde está Dios, encuentran a una mujer maltratada, un enfermo, un marginado…
Felices quienes se lanzan a pregonar que han visto una luz, una esperanza, alguien que ha resucitado a una vida nueva.
Felices quienes corren a los sepulcros del mundo, quienes encuentran las vendas caídas, quienes dudan pero siguen confiando.
Felices quienes entienden las reivindicaciones de las mujeres, quienes saben que tienen que cambiar los esquemas mentales patriarcales y machistas.
Felices quienes creen a María, a Pedro, a Juan: cada uno de ellos/as despiertan y nos abren a una existencia renovada.
Felices quienes sienten el domingo de Resurrección como un día feliz, único, especial, inicial, para compartir con la comunidad, para acercarse a los demás.
Felices quienes se asombran, quienes descubren que con la resurrección de Jesús ha llegado el día, su día único y definitivo
Recogidas de mi libro "Bienaventuranzas de la vida" (PPC)