Un joven inquieto se presentó a un sacerdote y le dijo: -Busco a Dios. El ‘reverendo le echó un sermón, que el joven escuchó con paciencia. Acabado el sermón, el joven marchó triste en busca del obispo. -Busco a Dios -le dijo llorando al obispo. \’Monseñor\’ le leyó una pastoral que acababa de publicar en el boletín de la diócesis, y el joven oyó la pastoral con gran cortesía, pero al acabar la lectura se fue angustiado al papa a pedirle: -Busco a Dios. \’Su santidad\’ se dispuso a resumirle su última encíclica, pero el joven rompió en sollozos sin poder contener la angustia. -¿Por qué lloras? -le preguntó el papa totalmente desconcertado. -Busco a Dios y me dan palabras -dijo el joven apenas pudo recuperarse. Aquella noche el sacerdote, el obispo y el papa tuvieron un mismo sueño. Soñaron que morían de sed y que alguien trataba de aliviarles con un largo discurso sobre el agua.
Miércoles de la XV Semana del Tiempo Ordinario
Mt 11,25-27. Has escondido estas cosas a los sabios, y se las has revelado a la gente sencilla.