¿Dónde podríamos experimentar a Jesús hoy en un mundo que aparentemente se ve demasiado oprimido por sus propias ocupaciones como para dejarle un espacio?
El renombrado escritor de espiritualidad Tomas Halik, en un reciente libro titulado La tarde del Cristianismo, hace la siguiente sugerencia: Mientras el mundo concede menos y menos espacio explícito a Jesús, necesitamos buscarle más y más en esos lugares donde está “anónimamente presente”. Halik aconseja: “Busquémoslo ‘por su voz’, como María Magdalena; busquémoslo en los caminantes extraños, como los discípulos que iban camino de Emaús; busquémoslo en las heridas del mundo, como el apóstol Tomás; busquémoslo siempre que atraviesa las cerradas puertas del miedo; busquémoslo donde trae el don del perdón y la oferta de volver a empezar”.
Aquí, nos invita a responder mejor a los signos de los tiempos, ya que ahora estamos viviendo en lo que él llama “la tarde del Cristianismo”.
¿Qué es “la tarde del Cristianismo”?
Halik distingue tres periodos en la historia del Cristianismo. Denomina mañana del Cristianismo al tiempo previo al año 1500 d. C., el periodo premoderno, la época anterior a la secularización. El mediodía del Cristianismo, para él, es el tiempo de la secularización y la modernidad, básicamente desde el siglo XIX hasta nuestra propia generación. La tarde del Cristianismo, para él, es nuestro tiempo presente, el mundo posmoderno, en el que somos testigos del derrumbamiento de gran parte del mundo como una vez lo conocimos, con los consecuentes efectos de esto en la fe y la religión. Y para él, el resultado de todo esto es que la fe cristiana ahora ha dejado atrás las anteriores formas de religión.
¡Oh! ¡Vaya afirmación! De cualquier manera, lo que Halik está señalando no es que la fe esté muriendo, que el Cristianismo esté en sus últimos días o que las iglesias estén viniéndose abajo. Más bien, para él, el Cristianismo se encuentra hoy en una cierta falta cultural de hogar, en un momento en el que tantas estructuras sociales que una vez la mantuvieron están ahora derrumbándose, de modo que la fe cristiana está necesitando en estos tiempos buscar un nuevo patrón, un nuevo hogar, nuevas voluntades de expresión, nuevos papeles sociales y culturales, y nuevos aliados.
¿Cómo cambiaremos eso? No lo sabemos. Pero aquí está la aportación de Halik: el Cristianismo no perderá, como muchos temen, su identidad ni llegará a ser una fe no religiosa. Tampoco se desintegrará en cierta espiritualidad vaga, sin doctrina, sin frontera, privatizada. Más bien, se espera que (paradójicamente) el verdadero dinamismo y la diversidad que atemorizan a muchos cristianos sea la fase de incubación del Cristianismo del futuro.
Para él, los desafíos que el Cristianismo afronta hoy nos invitan a introducir la fe en un nuevo espacio, como Pablo hizo cuando sacó el Cristianismo fuera de los confines del judaísmo de su día. He aquí cómo lo dice Halik: “Creo que el Cristianismo del mañana será sobre todo una comunidad de una hermenéutica nueva, una lectura nueva, una interpretación nueva y más profunda de las dos fuentes de la revelación divina: escritura y tradición, y especialmente de la manifestación de Dios en los signos de los tiempos”.
¿Cómo sucederá todo esto? Esa es la tesis del libro. Capítulo tras capítulo expone las posibilidades sobre cómo leer con más audacia los signos de los tiempos, y en vez de desvirtuar alguna de las sustancias de la fe cristiana, dejar que esos signos de los tiempos nos guíen a una comprensión más profunda de la escritura y la tradición, especialmente para que podamos juntar en mejor harmonía al Cristo de la evolución cósmica con el Jesús Resucitado; y entonces reconocer que ambos no sólo están presentes en lo que es explícito de nuestra fe y culto cristianos, sino que están también anónimamente presentes en la evolución de nuestra cultura y sociedad.
En consecuencia, necesitamos buscar a Jesús no sólo en nuestras escrituras, nuestras iglesias, nuestros servicios de culto y clases catequéticas, nuestras escuelas dominicales y nuestro explícito seguimiento cristiano (aunque, por cierto, necesitamos hacer esa búsqueda ahí). Sino también, como María Magdalena, necesitamos reconocer su voz en el guardián del cementerio; como los decepcionados discípulos que iban camino de Emaús, cuando ya no tenemos las respuestas, necesitamos reconocer su presencia en los extraños cuyas palabras encienden nuestros corazones en nuestro interior; como el incrédulo Tomás, necesitamos superar nuestras dudas sobre su resurrección tocando sus heridas como ahora se manifiestan en los pobres y en los que sufren; como la primera comunidad de Jesús, la cual, muerta de miedo, se protegió tras una puerta cerrada a cal y canto, nosotros necesitamos reconocerlo siempre que, en nuestro miedo y confusión, algo exhala confiadamente paz en nuestro interior; y necesitamos reconocer su presencia en nosotros cada vez que recibimos el perdón y somos fortalecidos para volver a empezar. Este no es momento de morir, es tiempo del kairós, un tiempo en el que somos invitados a abrir nuestros ojos en un nuevo camino como para reconocer al Cristo que está caminando con nosotros de una forma poco familiar.
Tradujo al Español para Ciudad Redonda Benjamín Elcano, cmf