¡Camilo Maccise!: profeta de la Palabra, la sonrisa y… un poco anti-sistema

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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Acaba de dejarnos el hombre que sonrió en todos los continentes y llevó ánimo a los desalentados por el sistema. Llevaba consigo una felicidad paradójica. Sonreía y hacía sonreír a pesar de la tela de araña que lo acosaba. Cuando salía de sus silencios, era una delicia escuchar sus relatos, y oirle decir sin tapujos la verdad de aquello que ocurría. No tenía fijaciones. Dijo la verdad, fue testigo de la verdad y nunca pactó con la hipocresía. No se defendía a sí mismo, sino a sus hermanas y hermanos de calumnias, de ofensas (primero del Carmelo, después a sus hermanos y hermanas religiosos -como presidente de la Unión de Superiores Generales-, y, sobre todo a los más pobres y oprimidos del planeta). Camilo sabía demasiado, conocía los entresijos del poder… y por eso resultaba difícil atacarle, o condenarlo.

Era un gran creyente. Hablaba con Dios. Siempre amanecía en la presencia de Dios. Le apasionaba la Palabra, siempre fuego ardiente en su corazón. Hizo de ella su espada, la fuente de su teología, de su espiritualidad. Su teología nacía de la Palabra. Por eso era sencilla, popular, accesible. Rehuía las formulaciones abstractas, las complejas estructuras teóricas de ciertos pensadores. Fue  promotor  -junto con Carlos Mesters y otros- del proyecto de la CLAR  ”Palabra y Vida”. Fue desaprobado por el Episcopado Latinoamericano y altas instancias. Pero después el Espíritu hizo que el proyecto resurgiera en las más variadas formas.

Camilo Maccise soñaba con una vida religiosa profética y disfrutaba de ella allí donde la alternativa profética se hacía valer. Su sensibilidad le llevó a proteger cualquier despunte profético en cualquier lugar de la tierra, en cualquier espacio eclesial. Por donde iba, llevaba consigo la causa de los más pobres, de los desfavorecidos, de los oprimidos. Su presencia nunca desentonaba de ellos y ellas.

Su sonrisa contagiosa y su corazón de amigo fiel transmitían paz,serenidad y ánimo para no echarse para atrás. Su buen humor hacía fácil lo difícil, digerible lo indigerible. Pero también acudían a sus intervenciones en público personas propensas a cogerlo en algún renuncio o error y después murmurar y quien sabe si también acusar… -como hacían los fariseos con Jesús-. Él lo sabía, con la convicción de que “nada tenía que perder”. Creyó que ese servicio profético y crítico era aquello que el Espíritu le pedía. Por eso, en ciertos ámbitos fue desprestigiado y minusvalorado.

Con él pasé ratos inolvidables: en las comisiones teológicas de la USG, redactando textos, conversando sobre la situación de la Iglesia y de la Vida Religiosa, buscando caminos y dando reconocimiento a aquellos que al parecer el Espíritu nos ofrecía.  Nunca imaginé un hombre tan ocupado y tan disponible. Todo lo hacía fácil, compatible. Nunca faltó a una cita.Y además, siempre encontraba tiempo para disfrutar con los amigos de una pizza, de conversaciones intrascendentes.

Camilo tenía una visión transcontinental de la realidad: América, Asia, Africa, Europa, Oceanía formaban parte de sus referencias y vivencias. Pensaba en masculino y femenino. Su identidad compleja (teñida de raíces libanesas, mejicanas, católicas, latinoamericanas) le convirtió fácilmente en mediador entre las diferencias. Me decía que quienes no se han abierto a otras culturas, a otras lenguas, poco a poco se vuelven fundamentalistas de las ideas gestadas en su propio y estrecho mundo.

Para Camilo Maccise la espiritualidad acontecía allí donde no se pone resistencia al Espíritu: entre los pobres, los anawim, los solidarios. Él no era un aristócrata de la espiritualidad. Entendió la mística en el ámbito apocalíptico de la lucha por la liberación de los oprimidos.

Su último tiempo, su último destino lo ha ocultado a nuestros ojos. Ha sido una enfermedad sin retroceso. La última etapa, donde la Gracia consiguió todo su protagonismo.

Camilo nos ha dejado, hace ya algún tiempo que nos dejó.

    “En soledad vivía,
    y en soledad ha puesto ya su nido
    y en soledad la guía
    a solas su querido,
    también en soledad de amor herido” (san Juan de la Cruz)

Espero que desde el cielo bendiga a la Vida Religiosa que tanto amó, y sobre todo, suplique al Espíritu que “venga cuanto antes el Reino”, que se instaure ya ese soñado sistema anti-sistema.