Sigo haciéndolos despacio. Caminos, caminos… para irse por ellos entre el agua y por el barro… Caminos de sombra, caminos de distancia. Y nueve horas caminando por la selva más cerrada que hasta ahora he conocido. Catahuas, rinacos y mashonastes… árboles inmensos. En un tambo , un perro enloquecido comía el maíz molido de los pollitos. El sol está muy alto. Ya no miro ni el cansancio ni el reloj. El calor cae muy fuerte y pesa. Paramos en un tambo; una mujer nos ofrece chicha y, además, en escudilla de barro nos sirve sopa con una presa de carne flotando dentro. Tengo que sentarme en el suelo para comer a gusto; no hay otro lugar para hacerlo. Muy cerca, también en el suelo, en tres piedras y sobre cuatro palos cruzados, lentamente estaba asándose media carachupa . Y otra vez en el camino, con toda mi camisa desabotonadamente abierta, pantalón y pies mojados, el pueblo me recibe. Bauticé a 19 niños. Bendije el cementerio, quince veces utilizado en las dos últimas semanas. Aquella noche, después de haber apagado la vela y tendido ya sobre unos palos trenzados que hacían de cama, algunas cucarachas rozaron mis brazos y la cara.
Al día siguiente emprendí el regreso, esta vez solo. Bendije a las afueras un trapiche, porque, “padrecito, todas las noches se llena de demonios que nos molestan”, me dijo el matrimonio propietario. Y lo hice como si fuera el auténtico hechicero de la tribu. Estuve andando desde las nueve y media de la mañana hasta las seis de la tarde, que montaba en el bote para chimbar a la otra orilla, Juanjuí ya en sombra. Antes, me tiraba en las quebradas para beber. Con zapatos puestos, con pantalones y camisa me sentaba en el centro y me echaba agua sobre la cabeza. Y ya con el cansancio a tope y deshidratado, una mujer con su machete peló para mí una piña que me salvó de caer extenuado.
– Carachupa o armadillo.
– trapiche : Rústico ingenio donde muelen la caña de azúcar para elaborar el “trago” (aguardiente).