Querido Rafa: pocos dudarán de tu genialidad: no sólo por el manejo de la raqueta sino por tu espíritu de lucha y tu fuerza moral. Pero quien te escribe podría ser tu abuelo y sabe que la genialidad puede ser precio de una unilateralidad humana. Sabe también que las glorias de esta tierra son flores que se marchitan pronto: tú conocerás nombres como Bruguera, Sampras, y otro mil que florecieron espléndidamente como tú y de los que hoy ya nadie se acuerda. Quisiera que tu florecer actual sirva para producir frutos jugosos que duran más y son más útiles que las flores.
Por eso te diré que me molestó verte en la tele anunciando colacao o no sé qué chorrada. Quizá con uno de esos anuncios, que cuestan menos esfuerzo que un entrenamiento o un partido, ganes tanto o más que cuando conquistas un título. Pero debes saber que ese dineral no llueve del cielo: es fruto de una racionalidad perversa que es nuestra racionalidad económica, según la cual lo que importa no es la calidad del producto sino su colocación en el mercado (¿oíste hablar de El código Da Vinci? Pues algo así). El dinero que cobras por tus anuncios se le ha quitado antes a gente que podía necesitarlo mucho. Las empresas, con su lenguaje políticamente correcto (e inmoralmente incorrecto) hablan sólo de reducir gastos de producción e incrementar gastos de colocación del producto. Pero eso quiere decir rebajar sueldos para invertir más en propaganda. Esos salarios recortados son de padres y madres que lucharán más que tú en la cancha, para no poder ni regalar una raqueta a sus hijos.
Todos los famosos deberían renunciar expresamente a hacer publicidad. Que las cosas se vendan por su valía intrínseca y no porque las recomiende alguien que está de moda. Si en este empeño fueras también número uno, merecerías más felicitaciones que por ganar al mismísimo Federer.