Carta al crucificado

Querido Jesús crucificado:

Hoy te escribo esta carta. Quiero expresarte mis sentimientos. Con frecuencia me siento rabioso; en otros momentos siento fuertes temores. También vivo sentimientos de mucha pena. Constato que algunos quieren quitar tu recuerdo/símbolo de los espacios públicos. Es que tu presencia les molesta, ¿sabes? Hay personas que sienten odio, o al menos, rechazo hacia ti.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.No lo puedo entender. Me pregunto: ¿sabrán lo que piden? ¿Serán conscientes de lo que pretenden? Me explico que nos rechacen a algunos de nosotros tus seguidores. Pero que te quieran quitar de en medio a ti… no lo puedo entender.

Lo que más me hiere, Jesús, es que sean precisamente algunos padres pensando en proteger a sus hijos. Les quieren privar de ti, que eres lo mejor que ha producido el género humano, que eres la gran razón para seguir creyendo en el amor y en la humanidad. Ellos ven en ti un peligro para su libertad.

Que seas un estorbo para los poderosos y los autosuficientes, lo puedo entender. Ya lo experimentaste tú en tu propia carne. La aristocracia sacerdotal y civil de Jerusalén no aguantaba tu libertad. El poder del Imperio romano no toleraba tu espíritu de liberación. Por eso se volvieron contra ti. Te condenaron a la muerte más horrible e infamante; la forma de muerte más discriminatoria y cruel.

Pero que unos padres se escandalicen de ti y quieran expulsarte del espacio público, académico, social de sus hijos. No lo puedo entender. Tú eres el crucificado en nombre de la ley, por ser un hombre libre y solidario. Estás crucificado por liberar a los excluidos. Estás ahí porque iniciaste y esperaste el reino de la fraternidad universal. Estás ahí porque amaste a tus enemigos; porque perdonaste.

Pero, ¿sabes? Tu cruz molesta; intranquiliza. Es la memoria de que terminaste siendo un Crucificado; y, naturalmente, remites a los crucificados de hoy y de siempre; haces visibles a las personas, las familias y los pueblos que hoy siguen siendo crucificados.

Reconoce, Jesús, que en el fondo tu cruz denuncia que hay crucificados porque hay crucificadores. Y en la sociedad del bienestar no es “políticamente correcto” recordar esto; se prefiere la amnesia, y mirar para otra parte, y construir fronteras, y disfrutar de lo nuestro. Los crucificados, injustamente tratados, empobrecidos, se convierten en acusadores y nos inquietan. Eso se tolera en los informativos, pero hacerlo presente en el aula; eso es demasiado. Tu cruz, Jesús, es la acusadora muerte de un inocente.

Constituye una llamada a la responsabilidad y a la solidaridad. Es aguijón de la conciencia adormecida. Por eso molestas. Tu cruz es el símbolo final de tu gran esperanza, de tu pasión por la liberación de todas nuestras esclavitudes.

Por lo visto hay padres que no quieren que sus hijos aprendan la gran esperanza. No quieren que sus hijos se responsabilicen de continuar la gran liberación.

¿Y cómo te sientes tú, Jesús, ante esto? ¿Te sientes incomprendido, precisamente tú que eres la gran buena noticia?

Un abrazo cordial