Cada año, con ocasión de los encuentros de jóvenes que tienen lugar en Taizé y en distintos lugares del mundo, el hermano Alois (sucesor del hermano Roger en la animación de la Comunidad) preparara una Carta que sirve de base para la reflexión y el diálogo. Para el año 2010, la Carta fue escrita a partir de una visita a las comunidades cristianas en China. Invita a volver juntos a ese deseo de Dios que habita lo más íntimo de cada mujer y cada hombre.
«Más allá de las grandes diferencias culturales, que pueden crear barreras entre los continentes, todos los seres humanos constituimos una sola familia. […] Sea cual sea nuestra cultura, nuestra edad o nuestra historia, tenemos en común una espera, una sed de vida en plenitud.
La Biblia a menudo retorna a esta sed. Ella la ve como una marca grabada por Dios en nosotros para atraernos hacia Él. ¿Aceptaremos dejarnos ahondar por esta sed, sin querer apagarla demasiado deprisa? Esta sed puede convertirse en nosotros en amor ardiente por Aquel que está siempre más allá de lo que comprendemos de Él.
Cuanto más buscamos a Dios, más podemos hacer este asombroso descubrimiento: Él es quien nos busca primero».
La Biblia a menudo retorna a esta sed. Ella la ve como una marca grabada por Dios en nosotros para atraernos hacia Él. ¿Aceptaremos dejarnos ahondar por esta sed, sin querer apagarla demasiado deprisa? Esta sed puede convertirse en nosotros en amor ardiente por Aquel que está siempre más allá de lo que comprendemos de Él.
Cuanto más buscamos a Dios, más podemos hacer este asombroso descubrimiento: Él es quien nos busca primero».
fr. Alois, Carta de China