La semana de Pascua ha tenido lugar en Madrid un ciclo de conferencias sobre la vida consagrada como una carta de Cristo. Se tomó como referencia e inspiración el texto de San Pablo “Evidentemente vosotros sois una carta de Cristo,… escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón” (2Cor 3,3). Se trató de hacer una relectura actualizada: la carta que Pablo escribiría hoy. Para ello se trabajó intensamente en la detenida lectura de sus cartas auténticas de San Pablo, de su experiencia religiosa y de los itinerarios de fundación y edificación de las nuevas comunidades cristianas por su ministerio apostólico.
La carta que somos
La metáfora hace caer en la cuenta de que es el Espíritu del Resucitado el que sigue escribiendo la carta, cuyo texto no son las palabras escritas en papel, en pergamino o en tablillas. El texto de la carta en la vida de los cristianos. Es la vida y la historia de cada uno la que constituye esa página viva y comunicativa.
Esta brillante metáfora paulina nos ayuda a tomar conciencia del significado de la vida personal, de la historia que vamos haciendo y escribiendo en relación con los demás. La vida de cada uno tiene la trapa de una historia de vida. Es una invitación a tomar conciencia de cómo es esta historia, de cuáles son sus fechas memorables, cuáles son sus ritmos y sus tonos, cuál es su objetivo final.
Y dentro de esa inexorable sucesión que es el tiempo de la vida, importa mucho saber qué tipo de historia se va construyendo: ¿una historia de amor? ¿Una historia de resentimiento, de violencia, de infantilismo, de egocentrismo? ¿Tiene la trama de comedia, de novela, de drama…? El personaje principal, ¿se llama Eros o Diónisos o Prometeo, o Narciso, o Sísifo… o Cristo?
Las cartas de amor
Al reflexionar sobre la metáfora de “la carta de Cristo” que somos y sobre su contenido, no he podido menos de pensar en las cartas de amor. Con ellas se identifican muchas personas; en ellas se ven reflejados. Muchos matrimonios conservan las cartas de su noviazgo como una memoria muy valiosa. Las cartas reflejan la insaciable ansia de conocerse y de comunicarte. Son expresión de la intimidad personal y afectiva, del enamoramiento, de la fascinación del encuentro y del descubrimiento progresivo de la presencia del otro. Las cartas de amor contienen una singular forma de comunicación, cargada de intensidad y de emoción, de expectación y de revelación. Son un hito imborrable en la historia afectiva de la pareja.
Pero conozco muchos matrimonios que siguen escribiéndose cartas de amor a lo largo de su vida. Muchos se escriben una carta de amor cada día. Es una carta breve y concisa. Representa una forma concreta de vivir con intensidad en presencia del cónyuge. La carta de amor es un aliciente contra la monotonía de la vida cotidiana; constituye un antídoto contra la superficialidad y la dispersión. Escribirse una carta de amor cada día, recibir una carta de amor cada es una forma de alimentar la relación de intimidad y trasparencia. Cada uno vive en contacto con sus sentimientos y experiencias y se los expresa al cónyuge. Es un gran regalo diario.
Escribir al cónyuge una carta de amor cada día es una forma de convertir la propia historia en real historia de amor.
Matrimonios que se escriben una carta de amor cada día, se convierten, sin pretenderlo, en una buena noticia para sí mismos y para los demás.