Allí, tu nombre,
Señor de las alturas
sobre la viva roca,
sobre el agua viva
Allí, tu nombre,
donde el agua canta y salta,
seduce y enamora;
donde nostalgia y pena alivian,
donde el misterio nos bautiza.
Allí, tu nombre.
Y yo, como un águila, volando
en torno de estas cumbres,
para alcanzarte,
para abrazarte,
para besarte,
para sólo amarte.
Allí, tu nombre
flotando sobre las aguas
Vives y estás.
Allí, tu nombre.
Allí, donde eterno niño me siento.
Allí, contigo extasiado me quedo.
Las cataratas no ocultan su esplendor. Aparecen como un sagrado altar al agua para toda la eternidad. Nunca están solas, con ellas viven bosques, lluvias, vientos, soles, rocas, la mirada del Creador y de todas las criaturas que contemplan admirados este regalo de la creación.
Cataratas para cantar, para gritar, para disfrutar, para saltar, para contar, para vivir. Todas ellas nos invitan a ser agua en el agua, viento en el viento, a ser agua que pasa y no se queda, agua que corre y nos lleva. Misterio de asombro y fuerza. Caricia de nuestros rostros y beso de la bendita naturaleza. Invitación a volver a ser y recordar lo que somos: agua.