La comunidad religiosa, por su cercanía a la luz de Dios, tiene la posibilidad de reconocer la mancha de su pecado y también cuenta con la fuerza divina para borrarlo y destruirlo. Si se deja penetrar por el poder de Dios, sacramentalizará en la Iglesia el pequeño grupo de creyentes que el Viernes Santo estaba junto a la cruz de Jesús