En próximos días comienzan las celebraciones navideñas y con ellas los buenos ánimos, deseos, sueños que renacen… Sin embargo, para muchos no es así.
Trabajo en Los Altos de Chiapas, aquí me encuentro en la necesidad de dar sentido a situaciones de miseria donde la muerte por una gripe es algo común, donde la desnutrición se ríe de la generosidad de los que comparten un plato… La situación económica por la que atraviesa México obligó a muchos indígenas y mestizos chiapanecos de Estados Unidos a regresar a sus comunidades prácticamente sin nada en los bolsillos, por ejemplo, a Ciudad del Carmen, Cancún, Mérida, Chiapas… La temporada de frío ha sido más dura que otros años y no abunda el trabajo ni los alimentos…
Empresas, grupos y organizaciones sociales podemos hacer un recuento: ciertamente no han faltado proyectos de desarrollo que dieron buenos resultados, generamos confianza y alcanzamos metas en contribuir a mejorar las condiciones de vida de las comunidades en donde trabajamos; pero también encontramos obstáculos, indiferencia, soledad; tratamos de sembrar esperanza, y al mismo tiempo encontramos personas que no quieren crecer, que no quieren cambiar.
Para algunas organizaciones el panorama no nos motiva a seguir adelante. Ante la crisis económica actual estamos a la expectativa de qué pasará con nuestro trabajo y con las personas a las que serviremos el próximo año. Algunas organizaciones enfrentan serios problemas económicos y posiblemente tendrán que cerrar.
Ante las preocupaciones muchos de nosotros padecemos desánimo, hastío, ‘noches oscuras’, momentos de ‘Getsemaní’, nos parece vivir el ‘silencio de Dios’ ante el fracaso, ante la pérdida de amigos, la incomprensión; no estuvimos todo el tiempo que hubiéramos querido con nuestras familias por estar en el trabajo con otras personas…
Sin embargo, Jesús recibe nuestras pesadas cargas. Estas preocupaciones nos hacen olvidar que precisamente su nacimiento es la plenitud de sentido ante el sinsentido en medio de la pobreza, el frío y la soledad. El dolor, el enojo, la frustración, también tienen lugar en el portal de Belén
El Niño Dios puede ser quien nos cobije y dé aliento, quien nos confirme que lo que hacemos vale la pena o nos enseñe que el desánimo, el enojo, el hastío y rencor hacia los demás son como el estiércol de los animales del pesebre: bien usados ayudan a que las plantas crezcan fuertes y bellas.
El ‘regalo’ navideño que podemos ofrecer es dar la vida no por, sino con el prójimo. Cuando nos articulamos entre organizaciones sociales, comunidades y municipios, mejoramos servicios de calidad y profesionales, cuando las organizaciones maduran y rinden cuentas y realizan más y mejor acompañamiento de proyectos de organización, de producción, de autoconsumo, de comercialización; cuando nos hacemos prójimos de quienes más sufren la pobreza o la injusticia, allí celebramos la navidad.
Es Navidad, miremos hacia la cueva de Belén, donde nos aguarda la esperanza, si la queremos. Por eso llevemos lo que nos pesa. Sólo necesitamos dejarnos amar.
Herrera Romero, Javier
Instituto Mexicano de Doctrina Social de la Iglesia (IMDOSOC)