Bienvenidos al Rincón de Juan, comentario al evangelio del domingo 12 de enero. Hace pocos días que adorábamos a Jesús como un bebé en Belén y de repente hoy ya tiene 30 años. ¡Qué rápido ha crecido este niño! Celebramos hoy que ha llegado la hora de Jesús, ha llegado su momento. Después de una vida oculta, el corte que va a hacer es fuerte: no solo porque se va de casa —ya es bastante adulto—, sino por la misión que comienza. Ahora es la misión que Dios le va a pedir. No se lo monta Él solo, sino que obedece lo que el Padre le va a pedir.
¿Y cómo lo va a hacer? No viene a imponerse con un ejército, no va a traer una revolución política, no va a invadir las conciencias, sino que va a proponernos un mensaje que cambia la vida. Su mensaje respeta a las personas, su libertad. Lo suyo es ayudar, curar, sanar, hacer feliz a la gente, hacer justicia a los oprimidos. Viene a dar vida, no viene a condenar. Jesús va en serio, lo hará hasta el final, permanecerá al pie del cañón contra todo viento y marea, y lo hará hasta dar la última gota de su sangre.
Esta vida pública comienza hoy con su bautismo. Nosotros también fuimos bautizados y necesitamos renovar el Espíritu Santo que recibimos, es decir, actualizar la presencia de Dios en nosotros para vivir con fuerza y entusiasmo. ¿Qué significa estar bautizado? ¿Es lo mismo estarlo que no? Isaías nos va a dar unas claves en la primera lectura. Lo que hace el Espíritu Santo primero es llamar: “Te he llamado, te he cogido de la mano, te he formado, te he hecho alianza”.
Lo segundo que hace Dios, según Isaías, es regalar sus dones, como la fortaleza, el amor, la sabiduría, la fe. Y, en tercer lugar, nos capacita. ¿Para qué? Isaías vuelve a decir: “Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión”. Es decir, para que hagas el bien.
El bautismo no es un sacramento en solitario. Nos hace miembros de una gran familia, de una comunidad universal que es la Iglesia. Este es el jubileo de la esperanza recién estrenado. Por eso tenemos una tarea, tenemos una misión como cristianos: hagamos con nuestro bautismo un mundo más humano y acogedor. No se trata de que la Iglesia tenga una misión, sino de que la misión de Jesús tiene una Iglesia para llevarla a cabo.
Acabamos de volver a la vida ordinaria, cotidiana, al trabajo, después de unas vacaciones, y termina hoy el tiempo litúrgico de Navidad. Tú y yo formamos parte de esa Iglesia. Con el bautismo de Jesús recordamos quiénes somos y que estamos llamados a ser.
¡Feliz domingo!