Cómo la oración nos mantiene al margen de la “gran marcha”.

14 de enero de 2013

Prácticamente en todas sus novelas, Milan Kundera, manifiesta una fuerte intransigencia con cualquier clase de ideología, despliegue publicitario o moda que provoque pensamiento de grupo o histeria colectiva. Sospecha de eslóganes, manifestaciones y desfiles de toda clase, sin importar la causa. Llama a todo esto la gran marcha, y en su manera de pensar, todo esto deriva invariablemente en violencia. A Kundera le gustan los artistas porque tienden a mantenerse al margen de las causas, con más ganas de pintar o escribir que en manifestarse.

Hay causas por las que merece la pena luchar y hay injusticias y heridas en nuestro mundo que piden que nos impliquemos más allá de nuestros deseos de pintar o escribir. Aunque Kundera juzge duramente las marchas y manifestaciones de cualquier clase, la gran marcha es una advertencia razonable. ¿Por qué?

Porque cuando reflexionamos en profundidad nos damos cuenta de lo difícil que es no quedar atrapados por la ideología, la publicidad, la moda, el pensamiento de grupo y la histeria colectiva y actuar inconscientemente. Es difícil saber lo que realmente pensamos o creemos, así como diferenciarnos de lo que la cultura en la que nos movemos nos manda. Es complicado no ser atrapados por la moda del momento.

Pero nos es aún más difícil fundarnos en algo más profundo, para enraizarnos en una perspectiva fuera de los que Thomas Hardy llamó una vez la masificación. Cómo podemos fundarnos en una profundidad que nos inmunice frente a la ideología, la moda, la publicidad y las sutiles histerias de grupo que afectan a todas la culturas.

En el Evangelio de Lucas, los discípulos de Jesús se sienten atraídos por su sabiduría, su calma, su fuerza, y su poder que procede de algo que está más allá de si mismo, que le hace permanecer firme frente a las tentaciones y amenazas del momento presente. Su intuición es que Jesús encuentra esa profundidad en la oración. Ellos también quieren conectarse con esa profundidad y poder y se han dado cuenta de que la oración es el camino. Por eso piden a Jesús que les enseñe a orar. ¿Y qué les enseña? ¿Cómo podemos orar de tal manera que asentemos nuestras vidas en algo verdadero que está más allá de nuestro narcisismo individual y colectivo?

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.El pasaje de la Escritura que narra el martirio de San Esteban nos describe esto mismo metafóricamente. Así es la escena:

Al oír esto, se sintieron profundamente ofendidos, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios. Entonces ellos gritaron a gran voz, y tapándose los oídos arremetieron a una contra él. Y echándolo fuera de la ciudad, comenzaron a apedrearle; y los testigos pusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. (Hechos 7,54-58)

La muerte de Esteban fue muy real, pero la descripción de su muerte está repleta de metáforas que nos muestran que significa orar y de qué manera hay que hacerlo.

¿Qué significa no orar? La multitud, a pesar de su fervor religioso y sinceridad, no ora. La descripción aquí lo dice todo: su mirada se dirige a Esteban, a quien miran con incomprensión y odio. Por otra parte, su mensaje de amor es en ese momento una verdad incómoda de manera que se tapan los oídos para no oír. Están bajo la histeria colectiva. No ven los cielos abiertos sino únicamente al hombre de carne y hueso que odian; no están bajo el soplo del Espíritu Santo sino en la garras de la histeria. Es por eso que su visión nunca va más allá de su mirada de odio a Esteban. Están situados en el mero momento, en el ahora, mirando solo de tejas abajo, y esto no es orar. No importa lo sincera que sea nuestra religiosidad, lo que se acaba de describir no es orar. De hecho a veces incluso nuestra más sincera oración de grupo no es mas que profundizar en el narcisismo colectivo y una esclavitud más profunda de la masificación. Nuestros ojos están todavía en nosotros mismos y no en Dios.

Esteban, por otra parte, ora. Se le describe con los ojos vueltos hacia arriba (es una metáfora no una descripción pictórica) y mirando a los cielo los ve abiertos. Su vista está puesta más allá de la multitud, más allá del momento, más allá de las divisiones humanas, más allá del odio, más allá del miedo a su propia muerte. Ve algo más que la multitud y el momento presente. Esto, y sólo esto, es la oración.

Comparto el temor de Kundera a la “gran marcha” y qué fácil y ciegamente yo, y casi todos los demás, podemos tropezar. Su impresión es que el arte puede ayudarnos a fundamentarnos en algo fuera de la masa. Yo añadiría que la oración es incluso más útil.

(Traducido al Español para Ciudad Redonda por Benjamín Elcano, cmf)