Sin pretender abarcar toda la amplitud del tema, limitaré mi respuesta a dos ejes fundamentales. La tarea del cura para con los laicos y las opciones pastorales, consciente de que muchos otros quedan en el tintero.
La tarea del laico (evangelizar el conjunto social) requiere de unos sacerdotes capaces de acompañarle en su proceso de ser, cada vez más, sujeto activo de esa transformación social, respetando y potenciando su autonomía personal y grupal, y ayudándole en su proceso de maduración en la fe. El cura es referencia porque se compromete, provoca preguntas de sentido y ofrece respuestas, no un catálogo de contenidos más o menos doctrinales, en definitiva, acompaña y orienta la vida real del laico, sus preocupaciones cotidianas, sus preguntas, etc.
No se trata de fabricar «monaguillos cualificados» que colaboren en las tareas intraeclesiales, sino de crear laicos adultos cristianos, comprometidos en la sociedad y en la Iglesia. Cuántas veces hemos visto que la marcha de un cura de una parroquia supone el desmantelamiento de toda la estructura de grupos laicales de la misma para dar paso a otra nueva a «imagen y semejanza» del nuevo párroco.
Este esfuerzo, requiere de los curas un talante por el que renuncie a ser él el centro sobre el que gira la vida y la acción de los laicos, a perder protagonismo para pasar a un discreto pero importante segundo plano. Igualmente requiere la capacidad para saberse él mismo en proceso y, por tanto, educado y evangelizado por los laicos y por la vida.
En la complejidad de nuestra sociedad, la parroquia es un espacio que se queda estrecho. Hay muchos ámbitos donde la parroquia y el párroco no llegan. Ambientes estos tanto o más necesitados de evangelización como el espacio geográfico de la parroquia y que requieren una metodología especializada y de unos sacerdotes, tan curas como el que más, pero que han hecho una opción determinada, excluyendo otras, no por malas sino por fidelidad y dedicación al acompañamiento de los laicos en la misión en un ambiente concreto.
No es por arrimar el ascua a mi sardina, pero son necesarios hoy sacerdotes que acompañen la tarea de la evangelización del mundo obrero juvenil. Es este el sector social que mayor índice de indiferencia religiosa manifiesta y esto, lejos de ser un virus juvenil, es un hecho que configura las bases fundamentales de la religiosidad de las personas y va a determinar la composición sociológica del laicado de la Iglesia del año 2.000. Creo que hay que romper con la idea de que el cura sólo lo es plenamente en una parroquia, sin por eso negar la validez y la necesidad de que algunos tomen esa opción.