Con dos trozos de rosal moreno en las manos, os hablo intensamente de mi “estar aquí” a través de noticias que irrumpen en sucesión de pequeñas escenas, infinitamente expresivas, que expresan el vivir humilde de estas personas de la selva, encerradas entre cuatro paredes de caña o heridas por tanto sol azulando el agua y calcinando los caminos. Una vida que miráis a través de estos relatos. Personas con tanto que conseguir todavía; gentes que no tienen “historia”. Mimetizados con la naturaleza, se rinden a un ritmo de pura existencia vegetal. Tratando siempre –a través del alcohol- de olvidar tanta frustración, para tener inevitablemente que regresar a su proverbial sumisión a poderes humanos que los doblega. Son así: seres inocentes, indefensos, no preparados para protegerse de los ataques del corrupto poder dominante y del consumo. Estar en medio de ellos es como aprender a vivir de nuevo, de otra forma; es como si estuvieras en otra piel y en otro cuerpo. Columna humana de silencio en marcha hacia la esperanza. Hombres y mujeres que tratan de incorporarse a la mesa brava de este mundo. Soy admirador sin voz de esa expresión de vida humana que ellos encarnan, tan distinta a la civilización urbana que “domestica” costumbres y “materializa” almas. En el más apartado ángulo del silencio, intento acompañarles en el sendero que los lleva al pan amargo, casi siempre tan tremendamente alejado de ellos. Trato sencillamente de abrir el balcón interior y decidirme por esa nada fácil tarea de amar al hombre, a todo hombre, pero desnudo yo de partido, ideología, clase u otra máscara (pretextos siempre utilizados por el enemigo para poder odiar). Soledad y mezcla de otras cosas al contacto con los pobres.
A veces me parece estar galopando por los pensamientos contenidos de estas personas y creo descubrir la historia dura de cada una de ellas. Otras, sin embargo, me parecen como una lejanía infranqueable, a pesar de tanta cercanía física. Difícil es llegar a comprender otras costumbres; difícil es identificarse; yo diría que imposible eso a lo que otros obligan con tanta insistencia: “encarnarse”,“inculturarse”. Seré siempre un intruso para ellos: un intruso amigo, claro que sí, pero al fin y al cabo ajeno a ellos.