Con los pies en la tierra

7 de enero de 2008

Con los pies en la tierra

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A veces me siento pequeño, insatisfecho, incapaz.
Se me escapan los sueños y me puede la realidad cotidiana;
el día a día se me queda vacío,
o no me llena tanto como querría.
No encuentro a Dios, y tampoco a los otros.
La soledad muerde.
Miro a otras vidas, con añoranza, con nostalgia, ¿con envidia?
Y aunque sé que tengo mucho por lo que dar gracias,
y que en nombre de quienes están más heridos
    no debería lamerme las heridas, me siento triste.
Y quisiera gritar.
Pero sospecho que es parte de la vida.
A veces quiero conseguir tanto…
    quiero llegar lejos, vivir mucho, sentirlo todo.
Quiero amar y ser amado con pasión.
Tener días más largos.
Reír con estruendo.
Conseguir metas, y seguir adelante,
    con nuevos hitos en el horizonte.

Me veo peregrino, arquitecto, amigo,
    aventurero, amante, discípulo…
Y me siento ligero caminando en esta tierra de deseos,
donde la sed se vuelve acicate y estímulo,
donde una y mil veces lo vas dando todo.
Y habitar a ratos en esta tierra me hace sentir vivo,
y encontrar motivos para avanzar.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Luego toca despertar.
Saber que, si bien uno debe hollar la tierra de los sueños,
    también ha de caminar por este otro suelo de lo cotidiano
    y lo real, donde no todo se siente intensamente
    ni todo es profundo, apasionante y espectacular.

 

Es este otro terreno hecho de rutinas y dinámicas familiares.
Donde hay menos aventura y más silencio,
    donde la entrega es callada,
    donde las gentes (reales) a veces me gustan
    y otras me enervan –y sospecho que lo mismo dirán de mí.
Esta tierra donde hay horas baldías,
    tardes aburridas, trabajo monótono
    –que a veces me parece insignificante-,
    deseos insatisfechos e ilusión aterrizada.

Esa tensión, entre el sueño y la realidad,
define mucho de mi vida.
Y sospecho que así está bien.

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