Conocidos y desconocidos

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Eugenio Ionesco en una  de sus obras  cuenta una historia significativa. Dos personas, que no se conocen una a otra, están sentadas en la misma habitación. La conversación va revelando una serie de coincidencias sorprendentes. Las dos han nacido en el mismo pueblo; han vivido en las mismas ciudades. Coincide que las dos tienen una hija, que tiene la misma edad y que se llama Alicia. Los dos están viviendo ahora en la misma ciudad e incluso coincide que viven en la misma calle. Viven en el mismo edificio de pisos y apartamentos, en el mismo número… y en la misma letra. Al final resulta que son marido y mujer y que no se conocen el uno al otro.

¿Qué pensar de esta historia?¿Qué se siente al leerla? Habrá que admitir que, al menos, describe una dimensión importante del estilo de vida actual: hay muchos quehaceres y ocupaciones, pero  falta comunicación; hay muchos aspectos desconocidos en la persona del cónyuge, de la misma manera que los hay en la persona que cada uno somos. No se puede dar por descontado que ya nos conocemos. Ni en las relaciones fraternas, ni en las de amistad, ni en la relación matrimonial.

La comunicación es una asignatura pendiente en nuestro ritmo y estilo de vida. Y, sin embargo, es ahí donde reside lo mejor de la vida humana. La experiencia de intimidad personal, de estar en contacto con los propios sentimientos, miedos, aspiraciones, defensas; es una fuente de vitalidad. La capacidad de intimidad personal necesita ejercicio constante. Y es desde la intimidad personal, intensa y lúcida, desde donde se pueden construir  relaciones positivas  constructivas. La capacidad de soledad y de unificación personal es el presupuesto para  vivir relaciones estimulantes y positivas.

La verdad es que  la  intimidad personal es una capacidad. Y también una tarea. Requiere ejercicio. Necesita tiempo y estimulo. Hay que buscar  las oportunidades en la vida de cada día. Durante el tiempo de liberación de trabajo  se habrá dado la oportunidad de tocar la propia soledad e intimidad,  a pesar de todos los potentes estímulos que llaman hacia la  mera exterioridad.

Es entonces cuando la comunicación conyugal es una buena noticia.