Señor Jesús,
que nos has llamado
y nos sigues llamando cada día
a seguirte
en virginidad, pobreza y obediencia
como miembros de tu comunidad de salvación:
danos la fuerza de tu Espíritu
para responder con fidelidad a tu llamada.
Tú, Señor, que viniste
no a ser servido sino a servir,
haz que aprendamos a dar sin exigir,
a ser sin aparentar,
a morir sin ver el fruto de nuestra propia muerte.
Que nos sintamos agradecidos
cuando se nos concede el privilegio
de ocupar los últimos puestos
honrados definitivamente
por ti y por tu madre
en la entrega humilde por amor.
Que, siguiéndote siempre y sólo a ti,
a imitación de María,
a quien gozosamente reconocemos por madre,
sepamos vivir en actitud permanente de servicio,
a gloria del Padre
y en unión con todos nuestros hermanos
Amén.